IMPACTO
Me reí primero complacido y después un tanto angustiado, sí, angustiado por el licenciado Garaiz (tenía que llevar apellido vasco) pues si sigue hablando así, le pueden suceder dos cosas, una, que no creo que le importe mucho, convertirse en un apestado dentro de
Don Pepe –ya aclaró que le llamen así—debe estar ya muy convencido de lo que el PRI, de lo que representa para esos miles de campesinos, colonos engañados, obreros mal representados, burócratas firmones y ponchadores de tarjeta, y debe ser el primero en desear con sinceridad que el PRI fuera otra cosa, que realmente arrastrara tras sus banderas a la mayoría de la población. No es así, y no porque los principios doctrinarios –como dijo Garaiz—se rechacen, al contrario, lo que repudia es precisamente el tipo de sistemas, las engañifas, el sometimiento absoluto del partido al poder público, los gastados cartabones, las frases tradicionales, los métodos iguales desde hace muchas décadas.
También acertó Garaiz en la decepción, la ofensa y la brecha abierta entre los jóvenes y todo aquello que sea representación del poder del gobierno.
Don José deberá tomar muy en cuenta esos asertos, hechos cotidianamente por muchos colaboradores de esta y otras dignas revistas y periódicos, pero ahora apuntados por un alto miembro del PRI, quien con todo lo necesario de varón, ha puesto el dedo en la llaga.
Quizá sea necesario que el mismo PRI convoque a sus mejores hombres para que en auténtico plan de autocrítica, se pongan al día las cosas.
Que nadie se permita engañar a López Portillo como se advierte lo han hecho en muchas ocasiones con Luis Echeverría. Los Presidentes no son dioses, son hombres, y los hombres solemos caer fácilmente en el engaño, si a éste se ha hecho una previa siembra con las fuertes semillas de la adulación, el servilismo, el acatamiento ciego, que sólo puede traducirse en traición.
No hay –lo repito—ningún enemigo al frente de López Portillo, es decir, no hay ningún otro candidato. El enemigo existe y es real. El primer domingo de julio próximo, hará su aparición. Se llama abstencionismo, único recurso al alcance del campesino, del obrero, del verdadero payaso y del verdadero intelectual, para manifestar su rechazo.
Lo abrazo con cariño, amigo Mario.