Para Milenio
Esteban Garaiz
04 julio 2017
Ni empieza ni termina con nadie. El Zócalo se llenó reiteradamente desde 1988, con mexicanas, y mexicanos inconformes con el desvío del proyecto nacional, orquestado por Carlos Salinas, Diego Fernández de Ceballos y otros traidores a la voluntad popular.
En 2000 un nuevo liderazgo alcanzó dimensión nacional. Millones de mexicanas y mexicanos lo hemos seguido desde entonces por su verticalidad y compromiso. Somos notoria mayoría. Somos la Nación. Desde abajo. Ya vimos que supo gobernar con la gente. Que sabe gobernar. No hay mesías. Los mesías vienen de lo alto; no de la lucha popular.
El proyecto de regeneración nacional viene desde los agraviados, que somos el 99 por ciento. Es un proyecto colectivo, mayoritario, de los indignados de tanta corrupción, injusticia, atropellos, homicidios, desaparecidos, escuelas cerradas, universidades sin cupo, gasolinazo, impunidad, trabajo infantil, ilegalidad, explotación laboral, incompetencia de los gobiernos: principal y originalmente del federal.
El proyecto de regeneración rebasa con mucho al Partido de Regeneración Nacional. Somos millones, no sólo de ciudadanos individuales. Integramos numerosos colectivos cívicos y políticos, que requieren coincidir, en el propósito y en los medios para lograr el poder federal; para lograr pacíficamente desbancar y desterrar a todos, todos los cómplices de la gran traición a México.
Ahí queda claro que no puede haber alianza ni coalición para seguir simplemente con lo mismo. Ni con los mismos. Inaceptable, e irracional sería pensar en un “frente opositor” con quienes formaron parte de la cuadrilla del prianato ampliado que ocasionó los daños estructurales al proyecto nacional todavía inconcluso.
No tendría ningún caso; es más: sería gravemente contraproducente llegar al poder republicano para confirmar y consolidar el mismo desastre nacional que venimos sufriendo desde la concertación prianista de 1988.
La gran coalición republicana a la que aspiramos tiene que ir más allá que la simple adhesión sumisa a un partido político con registro nacional. Debe ser acuerdo entre pares para que sea republicana. Sin que eso quiera significar empezar de cero.
Hay mucho camino recorrido y muchas lecciones que tomar en cuenta.
Evidentemente nadie puede olvidar el montón de trabas malintencionadas de ciertas dirigencias partidarias con banderas de izquierda. Dijo el filósofo: “Perdona, pero no olvides”.
Se trata de sumar voluntades ciudadanas, soberanas. No de imponer bautismos en el Río Jordán. Sí deberá ser el gran río, hecho de afluentes, en la misma cuenca del rescate de la vida republicana. Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Es un sueño realizable. De hecho ya se ve en el horizonte. Media nación: más de 60 millones de mexicanos marginados y excluidos nos esperan, a decir verdad: con desesperanza.
La democracia mexicana, a la que seguimos aspirando, sigue padeciendo una dolorosa falla: millones de mexicanas y mexicanos en mayoría de edad no asumen vivencialmente la enorme trascendencia de su ciudadanía.
La educación primaria, que ya cubrió a más del 80 por ciento de los mexicanos, resultó seriamente, gravemente omisa en enseñar el primer punto, nada menos, del artículo tercero. Millones de mujeres y hombres de hoy, entonces niños, no aprendieron en la escuela porque no les enseñaron lo más elemental: que al cumplir 18 años debían asumir una grave responsabilidad sólo equiparable a la maternidad-paternidad: la de ser ciudadanos.
O sea la de ser soberanos, la de decidir, con su opción individual en el secreto de la mampara, sólo delante de su conciencia, el rumbo de la nación, es decir el futuro de sus familias.
No es esta la ocasión de analizar si fue falta del maestro, del sindicato, de la Secretaría o del titular único del Poder Ejecutivo Federal. Si fue omisión grave o deliberada intención de la dirigencia, de quienes controlan el poder. Anunciaron que el civismo era superfluo. Fue el Estado.
El Texto Rector sigue diciendo todavía: “La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia… considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.
Millones de votos vendidos por una miseria temporal, son una verdadera tragedia nacional que hoy sufren ciudadanos y ciudadanas de esta generación a los que el Estado mexicano agravió.
Es el Estado mexicano el directamente culpable de esa grave falla democrática. Sigue bajo el control de esos indeseables que poseen varios escudos partidarios.