Febrero 20, 2007
Aliados fueron norteamericanos y soviéticos en
La ley, hoy por hoy, obliga en el nivel federal a que las coaliciones electorales entre varios partidos lleven el respaldo político de una plataforma electoral concertada. No es especialmente difícil. Los maniqueos siguen rasgándose las vestiduras, hablando de agua y aceite, o peor aún, del bien y del mal… cuando con aceite y vinagre resultan muy buenas ensaladas.
Es una versión enfermiza de la política y del régimen de partidos políticos. Precisamente la radical oposición entre guerra y política es la eliminación del enemigo en la guerra, y la coexistencia e incluso colaboración con el adversario en la política.
Los partidos son partes de la representación nacional, no enemigos. Juntos representan legalmente a toda
El Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales ilustra, en su artículo 25, este espíritu de coexistencia, y no guerra de exterminio entre los partidos, como partes que son – su nombre lo indica – de la sociedad nacional.
La declaración de principios de todos ellos, independientemente de su definición ideológica, económica o social, contendrá invariablemente la obligación de observar
Los ocho partidos que actualmente tienen registro legal ante el IFE: el Partido Acción Nacional, el Partido Revolucionario Institucional, el Partido de
No es poco este compromiso. Sólo él les da a nuestros partidos, como partes de nuestra representación nacional, tan plural como es, una muy amplia coincidencia de miras. En esas condiciones, de amplias coincidencias y de también gran pluralidad política, más el propósito compartido por todos, salvo excepciones patológicas, de movernos en el ámbito de la paz, podemos inclinarnos por el optimismo sin enfermarnos de ingenuidad. Hasta los zapatistas del EZLN, a raíz de su consulta, recibieron de sus numerosos simpatizantes el mandato de no seguir disparando.
Hay que decirlo una vez más: es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Por supuesto que hay grandes intereses económicos de por medio; por supuesto que las leyes pueden inclinar la balanza de la justicia distributiva, además de contribuir a crear el mercado interno, que es la verdadera dinámica de la economía. Pero, hoy por hoy, el anhelo de paz y convivencia armónica está sobre las diferencias. Por eso vemos con enorme esperanza los consensos logrados en las dos cámaras del Poder Legislativo. Ahora sí parece que va en serio el ideal constitucional de que el Legislativo sea un auténtico Poder republicano.
En efecto, es esperanzador y auspicioso que esta semana pasada las cámaras federales del poder legislativo hayan aprobado, la de Diputados por consenso (que técnicamente es mayoría a favor, varias abstenciones y ningún voto en contra) y la de Senadores por unanimidad, la llamada Ley de Reforma del Estado, que fija plazos perentorios para obligarse así de antemano a plasmar esos elementos nuevos que combinen democracia con gobernabilidad, con eficacia en el gobierno de
Por cierto que esa mayoría más que calificada, lograda para aprobar
Si vemos las consideraciones previas de esta ley, que es un proyecto consensado y para futuros consensos, la reflexión central es que aquel presidencialismo del siglo XX, cuando, a decir de un connotado priísta, no existían tres Poderes Republicanos sino “un Poder y dos quereres”, ha quedado ya atrás, ante la pluralidad política.
Por eso nos encontramos hoy cada vez con “mayores dificultades para construir mayorías estables o consensos útiles para el gobierno, y en nuestra sociedad ha emergido un pluralismo vigoroso que exige límites al ejercicio unilateral del poder, así como un mayor peso de la representación nacional en la formación de las decisiones públicas”.
Todo indica, pues, que el siglo XXI será el del Poder Legislativo en México, así como el siglo XX fue el del Poder Ejecutivo.
Insisto: resulta esperanzador y auspicioso.