Al parecer, cada quien tiene la idea de populismo que le da la gana. El Diccionario de
Eso podría querer decir que si usted es de los que creen que la democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, podría ser usted un pernicioso populista.
Por lo que toca a la historia reciente de nuestro país, creo recordar que el término se ha endilgado a dos personajes públicos: Luis Echeverría y Andrés Manuel López Obrador. No es mi propósito incluir a ambos en un apartado. Simplemente recuerdo que a ambos se les ha aplicado dicho apelativo. Tampoco me corresponde hacer una apología de los personajes citados. Sí quiero en estas notas hacer un elogio, seguramente parcial, del populismo.
En el sexenio de
En esa misma administración federal se desarrolló la infraestructura portuaria y minero-siderúrgica de Lázaro Cárdenas - Las Truchas en la costa michoacana, con el objeto de sentar las bases para la autonomía industrial de México. Como es sabido, dichas instalaciones fueron después malvendidas, quiero decir desincorporadas a Mittal un próspero empresario privado indio, al que le han prohibido ahora en 2007 en los Estados Unidos comprar instalaciones siderúrgicas y portuarias en la costa este, porque pondría en riesgo la soberanía nacional norteamericana.
Evidentemente los detractores del populismo tienen su propia interpretación del viejo proverbio chino que dice: “Si regalas a un hombre un pez, le darás de comer un día; si le enseñas a pescar, le habrás dado de comer toda la vida”. Quizá no han caído en la cuenta de que ningún maestro pescador se lanzará a dar clases de pesca si su alumno previamente no ha comido pescado. Por eso han calificado a los desayunos escolares de populismo. Para no hablar de los libros de texto gratuitos.
Del otro personaje tendremos que hablar en otra ocasión; pero, que yo sepa, nadie ha tachado de populistas a los obispos que conformaron el Concilio Vaticano Segundo por su evangélica Opción Preferencial por los Pobres.
Esteban Garaiz