Marzo 21, 2007
Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar. Voy a basar estas notas espeluznantes en un informe rendido por Bruce Campbell, Director Ejecutivo del Centro Canadiense de Políticas Alternativas; y el que pueda entender que entienda.
Dice Campbell que para los Estados Unidos de América “la seguridad energética y la seguridad nacional se han convertido en sinónimos”. Cuenta el canadiense que el National Energy Policy Development Group, que dirige el vicepresidente Richard Cheney y que está compuesto por altos ejecutivos de conorporaciones de energía, ha concluído “que la seguridad energética debe ser la piedra angular de la política internacional y comercial estadounidense”. Así como lo leen.
Cheney urgió a los Estados Unidos a desarrollar una integración más estrecha con Canadá y México, dice textualmente el director canadiense. Pocos norteamericanos, y canadienses saben que Canadá es actualmente el primer proveedor de petróleo a Estados Unidos. Canadá satisface el 16 por ciento de las importaciones estadounidenses de petróleo, y el 95 por ciento de las de gas. México le proporciona el 7 por ciento de su petróleo importado.
Las arenas bituminosas de Athabasca, Alberta del Norte, ya forman parte de “su territorio”. Ahora ese “patio delantero” está en disputa: Estados Unidos enfrenta una dura competencia, especialmente de China; y el Congreso estadounidense considera que esa venta amenaza su seguridad nacional.
Dice Bruce Campbell que los “Estados Unidos se sienten con derechos de propiedad sobre el petróleo canadiense. Las ofertas chinas los ponen nerviosos”. Si quedara alguna duda, el norteamericano Irving Mintzer, consultor energético, entrevistado por el International Herald Tribune, afirma que “el problema con los chinos es que no saben que el petróleo canadiense es nuestro”.
Salvo el período de Trudeau, cuando la seguridad energética nacional canadiense y la propiedad de sus recursos eran prioridad, Canadá se ha convertido en un satélite energético de Estados Unidos. Dice Bruce Campbell que Stephen Harper “nuestro primer ministro actual proviene de Alberta, rica en petróleo y, su postulación al liderazgo del partido Conservador parece haber sido financiada por la industria petrolera”. También recuerda que la política energética de la administración Trudeau fue desmantelada en 1985 por el gobierno conservador de Mulroney.
Esto está pasando en el “patio delantero”, mexicanos. Si alguien cree que el viaje reciente de George W. Bush por Centro y Sudamérica fue para ver monumentos prehispánicos, que tome por favor en cuenta estas notas de Campbell.
No es que Hugo Chávez le diga diablo y que huele a azufre lo que incomoda a George W. Bush. Es el megaducto de hidrocarburos, en marcha, que conectará como gran troncal de autosuficiencia compensatoria energética sudamericana al golfo de Maracaibo en Venezuela hasta las Pampas argentinas, pasando por Colombia, Ecuador, Perú y Chile, y conectando con Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Seguramente también le irritan las más de 500 mil operaciones oculares realizadas a los ancianos de otros países por Cuba y Venezuela, incluídos los mayores de Coahuila, Michoacán y Yucatán, a pesar de las trabas migratorias del INM, que le concedió recientemente la nacionalidad mexicana al delincuente electoral Antonio Solá.
Sería paranoico e irracional querer negarle a la economía más fuerte del mundo hoy por hoy (quizá no por mucho tiempo) el derecho que tiene a salir al mercado internacional energético a adquirir la otra mitad de sus necesidades y que no produce por ahora, “a pesar del guiño”, dice Bruce Campbell, que ha hecho la presente administración con fuentes alternas de energía y con la preservación del planeta. Pero sería terriblemente irresponsable deshacernos de la única carta fuerte que tenemos para preservar la soberanía nacional básica en este mundo crecientemente globalizado. Garantía de abasto sí, entregar el control de lo nuestro no.
Esteban Garaiz