Marzo 20, 2007
Sólo los trastornados mentalmente como George W Bush y su grupo criminal de halcones, están por la muerte. La gente sana está por la vida. Las señoras elegantes que llevan en su camioneta la calcomanía salvífica harían mucho más por la vida si ahorraran tan sólo un viaje a la semana y lo canalizaran a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas en Chiapas para reducir con ello esa vergonzosa, criminal diferencia en la mortalidad materno-infantil entre la zona metropolitana de Guadalajara y los índices de muertes de niños menores de 5 años, y de sus madres, en tierras mexicanas como Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, Mezquitic y Bolaños.
Cualquier médico sabe que esas muertes de infantes, hijos de Dios igual que nuestros niños aquí, son muertes evitables en la inmensa mayoría de los casos; son muertes por simples diarreas, enfermedades respiratorias y males claramente controlables. Y una vez más digo sin el menor titubeo que se salvan muchas más vidas con un buen programa de nutrición materno-infantil que con la penalización civil del aborto. Parafraseando a un extinto presidente: éste no es un argumento a favor del aborto sino un argumento en favor de la vida de los niños.
Cuando en los años veintes de Chicago (que no en los veinte años) la calvinista prohibición del consumo de bebidas alcohólicas llevó a generar un ambiente de crímenes, corrupción y muertes violentas, sin reducir el consumo, las autoridades civiles llegaron a la conclusión de que la penalización civil no resolvía el problema del alcoholismo y, en cambio, generaba el ambiente para la corrupción y para las mafias. Una vez despenalizada la venta, los hechos mostraron que no había ni más ni menos borrachos, pero sí se redujeron los homicidios y se restableció el orden público.
La marginación social comienza y se origina en la marginación geográfica. Quienes se han visto históricamente orillados a los rincones montañosos, pantanosos o desérticos del territorio nacional todavía hoy sufren la voracidad de talamontes y ganaderos rapaces que siguen despojando a las comunidades indígenas de sus recursos naturales. No habrá ley indígena eficaz ni justa mientras no incorpore este elemento fundamental.
Pero, además, ese orillamiento pone a esas comunidades, poseedoras originales de la tierra, en condiciones especialmente difíciles para la atención de sus necesidades básicas de nutrición, salud y educación. Así como la autoridad privilegia, por elemental justicia, a los discapacitados físicos, construyendo rampas en las banquetas, así también está la sociedad entera moralmente obligada a favorecer, con mayor esfuerzo, a quien sufre la marginación geográfica y social. “Justicia es tratar desigual a los desiguales”, según dijo un hombre visionario que hace 70 años reclamó para
Hay que tener claridad mental y frialdad lógica. No es lo mismo, de ninguna manera despenalizar que promover. Despenalizar la prostitución, por ejemplo, ha permitido reglamentar y sobre todo establecer un control sanitario de esa actividad.
Yo no sé si en los templos se predica que el tabaquismo es un pecado contra el quinto mandamiento.
Ahora que empieza la primavera vale la pena mencionarlo. No le corresponde a la autoridad civil castigar los pecados. Sí le corresponde sancionar las conductas antisociales. No es exactamente lo mismo. Las tablas de Moisés son inmutables; los códigos penales cambian según el sentir de los ciudadanos: ellos deben establecer las normas de la convivencia civilizada según el interés colectivo, en los tiempos que vivimos.