Para Milenio
Esteban Garaiz
13 de agosto 2019
Perdido entre renglones, en páginas interiores
en una nota del Finantial Times, publicada en Milenio por James Politi y
Michael Hunter, aparece el anuncio.
Dice que: “La decisión de Trump de amenazar a
Pekín con más aranceles se produjo después de que el presidente se decepcionó
por el resultado de las conversaciones entre altos funcionarios estadounidenses
y chinos”.
Signe la nota: “Entre sus quejas estaban la
resistencia de China a comprar productos agrícolas de EU y su falta de acción
para detener los flujos de fentanilo a su nación”.
Según los médicos del ramo, el fentanilo es un
poderoso antidepresivo sintético de carácter opiáceo. Muy recurrido entre la
población norteamericana.
Ahora que China ha pasado a ser, en términos
reales, la economía nacional más fuerte del planeta, frente al notorio declive
de la economía norteamericana con un severo y persistente déficit en su balanza
de pagos y con una deuda pública impagable, al rubio del Norte le preocupa,
según la nota, el consumo imparable del fentanilo chino por parte de la
población de EU.
La situación que preocupa a Trump evoca de
manera inevitable la Guerra del Opio, cuando “la pérfida Albión”, o sea: el
Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, impuso por la violencia de
los cañones al decadente y milenario Imperio Chino, por el Tratado de Nan King,
1842, la venta en su territorio del opio producido en las colonias del Imperio
Británico. Lo cual contribuyó en gran manera a la completa decadencia china.
Hoy las cosas han cambiado drásticamente. Bajo
la férrea rectoría económica del Partido Comunista Chino, han logrado utilizar,
y poner a su servicio, la economía de mercado, incluso con fuertes inversiones
extranjeras.
Tal parece que inspiraron la frase de Rafael
Correa, el que levantó a Ecuador: “el mercado es un excelente servidor; pero un
pésimo jefe”.
Además de la incorporación de tecnología y
creciente investigación propia, más el desarrollo de las destrezas laborales en
todos los órdenes.
Causa risa oir a Trump reclamando propiedad
intelectual, y reprochando robo de tecnología, cuando los chinos ya llegaron al
otro lado de la luna, mientras aquí no tienen otra que festejar con bombo y
platillos su cincuentenario.
Quiere Trump poner trabas a Huawei, cuando la
empresa que más vende, tiene fríamente planeada la producción de los chips de
su cadena industrial.
Después de decenios de crecer, con su rectoría
pública meticulosamente diseñada a mediano y largo plazo, a un ritmo
irrepetible de 10, y hasta 11 por ciento anual persistente; y de tener en sus
reservas públicas millones de dólares del Tesoro de los Estados Unidos, aun
así, no hacen gala de su superioridad frente a la arrogancia del Rubio.
Sin embargo, la conciencia de su actual
poderío (Chung- Kuo significa literalmente: Imperio Central) no los ha separado
de su gran inclinación al libre comercio internacional.
Aun cuando la geopolítica los empuja a su
natural complementariedad con su vecina Federación de Rusia, con la mayor
superficie territorial del globo y pletórica de recursos naturales.