Tema espinoso es éste, donde casi inevitablemente se mezcla lo anímico, lo animoso, con lo analítico. Requiere sobre todo claridad mental para no caer en etiquetas: reaccionario, anticatólico, yunquista, hereje, masón, retardatario, etcétera.
Lo primero que resulta necesario asentar, por claridad mental, es la diferencia de esferas. No corresponde a la autoridad civil castigar pecados. A la autoridad civil le compete sancionar, para disuadir, conductas antisociales. No hay coincidencia automática entre pecado y conducta antisocial. Permítanme los lectores escoger un caso extremo: la masturbación, según entiendo, es un pecado de acuerdo con la moral de varias iglesias y específicamente para la moral de la Iglesia Católica, mayoritaria en nuestro país. Nadie pensará que debe ser sancionada por la autoridad civil como conducta antisocial.
No sé, en cambio, si fumar es pecado según la moral católica. Pero sí es claro que fumar en lugares públicos cerrados no sólo causa daño a la salud del fumador sino la de quienes inhalan el humo contra su voluntad. Cualquier médico sabe que miles de “fumadores pasivos”, quizá millones, han muerto de cáncer a causa del vicio de otros. Por cierto, humildemente reconozco que sigo sin entender por qué quien produce o vende tabaco es una persona honorable y quien vende o produce marihuana es un delincuente, cuando la Organización Mundial de la Salud año con año nos informa que han muerto más personas a causa del tabaco que por las drogas y el alcohol juntos. Claro que la estadística no incluye las “ejecuciones” entre bandas que viven fuera de la ley.
Otro elemento en la claridad mental es distinguir entre “promover” y “despenalizar” una conducta. No es lo mismo. Volviendo al ejemplo extremo del inicio, nadie sensato dirá que el Estado promueve la masturbación por el hecho de que tal conducta no tenga una sanción establecida en la Ley.
Por otra parte, hemos revisado con cuidado las plataformas detalladas de las cinco fuerzas políticas contendientes a nivel federal y no hemos encontrado ninguna que promueva el aborto.
Y otro tema importante: el sofisma de estar “por la vida”. La autoridad civil debe ponderar qué puede salvar más vidas humanas. Yo afirmo categóricamente, después de mis largos años en el trópico mexicano, que estoy plenamente convencido de que se salvan muchas más vidas, y sale más barato socialmente, al instrumentar un programa masivo de nutrición materno-infantil en Chiapas, Oaxaca, la montaña de Guerrero, la sierra de Hidalgo, la zona huirrárica, la región rarámuri de Chihuahua, etcétera, que la penalización indiscriminada del aborto por las autoridades civiles.
Por favor, con claridad mental, que nadie me atribuya lo que no he dicho. Tengo muy claro que el aborto es abominable y que es un pecado para la moral católica. Aquí estamos hablando de la autoridad civil y de cómo la autoridad civil se enfrenta, según el sentir de la sociedad, es decir de la ciudadanía, a las conductas antisociales. No le toca a la autoridad civil aplicar el decálogo de Moisés; sí le toca la convivencia social civilizada: esa es la ética que se le puede reclamar.
El Código Penal Federal, en su artículo 404 sanciona “a los ministros de cultos religiosos que, en el desarrollo de actos públicos propios de su ministerio, induzcan expresamente al electorado a votar a favor o en contra de un candidato o partido político, o a la abstención del ejercicio del derecho al voto”
El que pueda entender que entienda.
Mayo 19, 2006
Esteban Garaiz
Lo primero que resulta necesario asentar, por claridad mental, es la diferencia de esferas. No corresponde a la autoridad civil castigar pecados. A la autoridad civil le compete sancionar, para disuadir, conductas antisociales. No hay coincidencia automática entre pecado y conducta antisocial. Permítanme los lectores escoger un caso extremo: la masturbación, según entiendo, es un pecado de acuerdo con la moral de varias iglesias y específicamente para la moral de la Iglesia Católica, mayoritaria en nuestro país. Nadie pensará que debe ser sancionada por la autoridad civil como conducta antisocial.
No sé, en cambio, si fumar es pecado según la moral católica. Pero sí es claro que fumar en lugares públicos cerrados no sólo causa daño a la salud del fumador sino la de quienes inhalan el humo contra su voluntad. Cualquier médico sabe que miles de “fumadores pasivos”, quizá millones, han muerto de cáncer a causa del vicio de otros. Por cierto, humildemente reconozco que sigo sin entender por qué quien produce o vende tabaco es una persona honorable y quien vende o produce marihuana es un delincuente, cuando la Organización Mundial de la Salud año con año nos informa que han muerto más personas a causa del tabaco que por las drogas y el alcohol juntos. Claro que la estadística no incluye las “ejecuciones” entre bandas que viven fuera de la ley.
Otro elemento en la claridad mental es distinguir entre “promover” y “despenalizar” una conducta. No es lo mismo. Volviendo al ejemplo extremo del inicio, nadie sensato dirá que el Estado promueve la masturbación por el hecho de que tal conducta no tenga una sanción establecida en la Ley.
Por otra parte, hemos revisado con cuidado las plataformas detalladas de las cinco fuerzas políticas contendientes a nivel federal y no hemos encontrado ninguna que promueva el aborto.
Y otro tema importante: el sofisma de estar “por la vida”. La autoridad civil debe ponderar qué puede salvar más vidas humanas. Yo afirmo categóricamente, después de mis largos años en el trópico mexicano, que estoy plenamente convencido de que se salvan muchas más vidas, y sale más barato socialmente, al instrumentar un programa masivo de nutrición materno-infantil en Chiapas, Oaxaca, la montaña de Guerrero, la sierra de Hidalgo, la zona huirrárica, la región rarámuri de Chihuahua, etcétera, que la penalización indiscriminada del aborto por las autoridades civiles.
Por favor, con claridad mental, que nadie me atribuya lo que no he dicho. Tengo muy claro que el aborto es abominable y que es un pecado para la moral católica. Aquí estamos hablando de la autoridad civil y de cómo la autoridad civil se enfrenta, según el sentir de la sociedad, es decir de la ciudadanía, a las conductas antisociales. No le toca a la autoridad civil aplicar el decálogo de Moisés; sí le toca la convivencia social civilizada: esa es la ética que se le puede reclamar.
El Código Penal Federal, en su artículo 404 sanciona “a los ministros de cultos religiosos que, en el desarrollo de actos públicos propios de su ministerio, induzcan expresamente al electorado a votar a favor o en contra de un candidato o partido político, o a la abstención del ejercicio del derecho al voto”
El que pueda entender que entienda.
Mayo 19, 2006
Esteban Garaiz