Pronunciado el 08 de Enero de 1976
En los 30 años en que el Partido de la Revolución ha conservado básicamente la misma estructura, ha sido el Sector Popular el que más importantes cambios cuantitativos y cualitativos ha tenido. El gran proceso de transformación experimentado en el seno de la sociedad mexicana, como consecuencia de la Revolución de 1910, ha sido precisamente el de los sectores medios.
La cambiante composición de estos grupos, así como su posición relativa frente a obreros y campesinos dentro de la dinámica sociedad mexicana, es de una gran complejidad y viveza.
La C.N.O.P. es hoy un verdadero muestreo nacional: habitantes del campo y de la ciudad; trabajadores manuales e intelectuales: empleados al servicio del Estado y de las empresas privadas; pequeños empresarios, comerciantes, industriales, o transportistas; auto empleados y cooperativistas: profesionistas de alto sueldo y modestos trabajadores no asalariados; campesinos propietarios de fundos en muchos casos inferiores a la unidad de dotación ejidal; colonos urbanos. Tan heterogénea como es la sociedad mexicana es la composición de la C.N.O.P. Somos el pueblo de México.
Hemos dicho otras veces que nuestra Central tiene en sus siglas una problemática O; las otras centrales son confederaciones de obreros o campesinos, simplemente; nosotros somos una Confederación de organizaciones. Fuerzas centrífugas externas, a veces intencionales, alientan pequeños feudalismos políticos internos, tratando de desintegrar nuestra Confederación, que lucha tenazmente por consolidar esta gran alianza popular.
Pero no estriba ahí nuestra mayor dificultad. El punto delicado es la desvinculación seria entre las bases populares, que son en su gran mayoría priístas de corazón, y los cuadros medios y superiores del Partido y del Sector, sean éstos locales o nacionales.
No es sólo cuestión, como muchas veces se ha planteado, de métodos más directos para la selección de los candidatos: este enfoque sigue adoleciendo de la misma visión superficial y electorera. Se trata fundamentalmente de un auténtico y continuo encuadramiento de todos los grupos populares, de un esfuerzo constante y permanente de politización de las masas, de encauzamiento de sus inquietudes, a través de los canales que la sabia experiencia acumulada en muchos años nos indica; pero también a través de mecanismos nuevos que nos sugieran las actuales circunstancias.
Es una tarea que debe realizarse sin ninguna interrupción. Durante los tres años posteriores a la febril actividad electoral, el Partido y el Sector entran en un pesado letargo político; y sus mejores hombres dedican lo principal de su esfuerzo a las tareas de gobierno. Si el grupo político que constituye el Partido en el poder, se despreocupa casi totalmente de las tareas políticas durante esos años de eficaz labor de gobierno, conviene apuntar y subrayar que amenaza cada día más seriamente su propia supervivencia.
Toda tarea de gobierno es también –y yo diría que primordialmente—una tarea política: esto es lo que no entienden los tecnócratas (en realidad este error es, por definición, la esencia de la tecnocracia). Gobernar supone y necesita un continuo referéndum, donde los distintos sectores populares aprueban una a una las decisiones del grupo gobernante. En ocasiones dan a entender su desaprobación: y es ahí donde la sensibilidad política de un buen gobernante puede y debe de inmediato rectificar el rumbo.
Pero esto supone un esfuerzo político permanente que ejecutarán hombres del grupo sustraídos, sin escatimar, a las tareas de gobierno, para dedicarse de lleno a las funciones de politización y encuadramiento de las masas populares.
La tarea de politización y la de gobierno deben avanzar paralela y armónicamente, de la misma manera que el desarrollo sano exige inversión productiva e inversión social: el rezago en una de ellas afecta pronto el avance de la otra; por eso deben responder siempre a un programa integral.
La C.N.O.P. encuadra fundamentalmente a las clases medias rurales y urbanas. De entre ellas, merecen especial atención, por su rápida evolución cuantitativa y cualitativa, las de los grandes centros de población y específicamente las de la capital.
Son precisamente los sectores medios urbanos los que cuestionan los procedimientos del Gobierno y del Partido. Las clases medias urbanas aceptan en su mayoría de muy buen grado los principios doctrinarios de nuestro Partido: pero repudian de manera vehemente muchos de los métodos tradicionalmente utilizados. Negarlo o pasarlo por alto sería proceder con una suicida actitud de avestruz. Basta acudir a una reunión de jóvenes, a los corredores universitarios o al teatro frívolo y oír los chistes callejeros, para ver cuánta frustración y cuánto repudio encierran.
Para algunos compañeros nuestros, hablar de esto significa deslealtad al Partido. Para nosotros no mencionarlo representaría una traición al pueblo de México, a nuestro Sector, al Partido en el que militamos apasionadamente, y a nuestra propia conciencia.
Acaba de transcurrir el Año Internacional de la Mujer. En la C.N.O.P. nos esforzamos por lograr la integración de las mujeres a la tarea política. No queremos compartimientos estancos para nuestras mujeres. No queremos ghettos de Acción Femenil. Las queremos codo con codo, compañeras en la labor. Estamos convencidos de que la incorporación plena de las mujeres a la vida pública del país significa duplicar nuestro potencial de desarrollo, nuestro ímpetu revolucionario y nuestra capacidad de transformación.
Hay todavía una larga y ardua tarea por realizar. La labor política no puede limitarse a las tareas preelectorales; requiere continuidad en la acción. La democracia del voto, exclusivamente, es como la caridad de la limosna: mocha y superficial. La verdadera democracia requiere una continua participación política, es decir la capacidad de que el pueblo organizado influya en las decisiones políticas que lo afectan.
Es verdaderamente paradójico que sea precisamente el Distrito Federal, donde mayor toma de conciencia han logrado los ciudadanos, la entidad en la que se presente el más alto abstencionismo. El capitalino siente que su voto, por sí solo, no tiene casi ninguna influencia en las decisiones políticas que afectan su vida.
Debemos recobrar y consolidar la confianza del pueblo de México, hacerla vívida, hacerla dinámica. El pueblo mexicano cree en su Partido, cree en sus grandes decisiones. Debemos encontrar nuevos mecanismos de participación, para que el Partido y el Sector sean el motor popular del avance nacional.
La cambiante composición de estos grupos, así como su posición relativa frente a obreros y campesinos dentro de la dinámica sociedad mexicana, es de una gran complejidad y viveza.
La C.N.O.P. es hoy un verdadero muestreo nacional: habitantes del campo y de la ciudad; trabajadores manuales e intelectuales: empleados al servicio del Estado y de las empresas privadas; pequeños empresarios, comerciantes, industriales, o transportistas; auto empleados y cooperativistas: profesionistas de alto sueldo y modestos trabajadores no asalariados; campesinos propietarios de fundos en muchos casos inferiores a la unidad de dotación ejidal; colonos urbanos. Tan heterogénea como es la sociedad mexicana es la composición de la C.N.O.P. Somos el pueblo de México.
Hemos dicho otras veces que nuestra Central tiene en sus siglas una problemática O; las otras centrales son confederaciones de obreros o campesinos, simplemente; nosotros somos una Confederación de organizaciones. Fuerzas centrífugas externas, a veces intencionales, alientan pequeños feudalismos políticos internos, tratando de desintegrar nuestra Confederación, que lucha tenazmente por consolidar esta gran alianza popular.
Pero no estriba ahí nuestra mayor dificultad. El punto delicado es la desvinculación seria entre las bases populares, que son en su gran mayoría priístas de corazón, y los cuadros medios y superiores del Partido y del Sector, sean éstos locales o nacionales.
No es sólo cuestión, como muchas veces se ha planteado, de métodos más directos para la selección de los candidatos: este enfoque sigue adoleciendo de la misma visión superficial y electorera. Se trata fundamentalmente de un auténtico y continuo encuadramiento de todos los grupos populares, de un esfuerzo constante y permanente de politización de las masas, de encauzamiento de sus inquietudes, a través de los canales que la sabia experiencia acumulada en muchos años nos indica; pero también a través de mecanismos nuevos que nos sugieran las actuales circunstancias.
Es una tarea que debe realizarse sin ninguna interrupción. Durante los tres años posteriores a la febril actividad electoral, el Partido y el Sector entran en un pesado letargo político; y sus mejores hombres dedican lo principal de su esfuerzo a las tareas de gobierno. Si el grupo político que constituye el Partido en el poder, se despreocupa casi totalmente de las tareas políticas durante esos años de eficaz labor de gobierno, conviene apuntar y subrayar que amenaza cada día más seriamente su propia supervivencia.
Toda tarea de gobierno es también –y yo diría que primordialmente—una tarea política: esto es lo que no entienden los tecnócratas (en realidad este error es, por definición, la esencia de la tecnocracia). Gobernar supone y necesita un continuo referéndum, donde los distintos sectores populares aprueban una a una las decisiones del grupo gobernante. En ocasiones dan a entender su desaprobación: y es ahí donde la sensibilidad política de un buen gobernante puede y debe de inmediato rectificar el rumbo.
Pero esto supone un esfuerzo político permanente que ejecutarán hombres del grupo sustraídos, sin escatimar, a las tareas de gobierno, para dedicarse de lleno a las funciones de politización y encuadramiento de las masas populares.
La tarea de politización y la de gobierno deben avanzar paralela y armónicamente, de la misma manera que el desarrollo sano exige inversión productiva e inversión social: el rezago en una de ellas afecta pronto el avance de la otra; por eso deben responder siempre a un programa integral.
La C.N.O.P. encuadra fundamentalmente a las clases medias rurales y urbanas. De entre ellas, merecen especial atención, por su rápida evolución cuantitativa y cualitativa, las de los grandes centros de población y específicamente las de la capital.
Son precisamente los sectores medios urbanos los que cuestionan los procedimientos del Gobierno y del Partido. Las clases medias urbanas aceptan en su mayoría de muy buen grado los principios doctrinarios de nuestro Partido: pero repudian de manera vehemente muchos de los métodos tradicionalmente utilizados. Negarlo o pasarlo por alto sería proceder con una suicida actitud de avestruz. Basta acudir a una reunión de jóvenes, a los corredores universitarios o al teatro frívolo y oír los chistes callejeros, para ver cuánta frustración y cuánto repudio encierran.
Para algunos compañeros nuestros, hablar de esto significa deslealtad al Partido. Para nosotros no mencionarlo representaría una traición al pueblo de México, a nuestro Sector, al Partido en el que militamos apasionadamente, y a nuestra propia conciencia.
Acaba de transcurrir el Año Internacional de la Mujer. En la C.N.O.P. nos esforzamos por lograr la integración de las mujeres a la tarea política. No queremos compartimientos estancos para nuestras mujeres. No queremos ghettos de Acción Femenil. Las queremos codo con codo, compañeras en la labor. Estamos convencidos de que la incorporación plena de las mujeres a la vida pública del país significa duplicar nuestro potencial de desarrollo, nuestro ímpetu revolucionario y nuestra capacidad de transformación.
Hay todavía una larga y ardua tarea por realizar. La labor política no puede limitarse a las tareas preelectorales; requiere continuidad en la acción. La democracia del voto, exclusivamente, es como la caridad de la limosna: mocha y superficial. La verdadera democracia requiere una continua participación política, es decir la capacidad de que el pueblo organizado influya en las decisiones políticas que lo afectan.
Es verdaderamente paradójico que sea precisamente el Distrito Federal, donde mayor toma de conciencia han logrado los ciudadanos, la entidad en la que se presente el más alto abstencionismo. El capitalino siente que su voto, por sí solo, no tiene casi ninguna influencia en las decisiones políticas que afectan su vida.
Debemos recobrar y consolidar la confianza del pueblo de México, hacerla vívida, hacerla dinámica. El pueblo mexicano cree en su Partido, cree en sus grandes decisiones. Debemos encontrar nuevos mecanismos de participación, para que el Partido y el Sector sean el motor popular del avance nacional.
Esteban Garaiz.
Secretario de estudios sociales.