Artículo escrito el 08 de Junio de 1988
Señoras y señores:
Es verdaderamente estimulante comparecer ante distinguidos dirigentes de este industrioso y alegre pueblo de León.
Si algo distingue a nuestra revolución, es el haber extraído su base ideológica de la propia experiencia nacional, de la propia experiencia dolorosa y heroica de la nación mexicana.
México, amigos de León, no exporta revoluciones, no nutre su pensamiento de corrientes pretendidamente universales y eternas de derecha y de izquierda; nuestro programa se nutre de nuestra propia experiencia nacional.
Si tuviéramos que resumir la ideología de nuestro partido en una sola palabra, yo escogería la siguiente: desconquista; y digo desconquista porque es una palabra eminentemente de alusión histórica; no podemos entender la lucha de la revolución, si no entendemos que este país, que esta nación, después de 300 años de dominación colonial de 1521 a 1821, quedó estructurada de modo tal a través de un orden agrario totalmente arcaico, injusto, totalmente desigual, que ya era arcaico en Europa cuando los españoles llegaron aquí y que siguió siendo la razón y el motivo y la raíz de todo nuestro rezago histórico.
Los españoles, después de 800 años de reconquista de la ocupación musulmana, se habían quedado totalmente rezagados en la historia. Ese rezago vinieron a implantarlo en México; pero lo que es peor, al cabo de tres siglos de dominación colonial, no se acabó con la independencia aquella estructura colonial.
El nacionalismo revolucionario de los insurgentes quedó traicionado por la transa política de Agustín de Iturbide en el plan de las tres garantías; el nacionalismo trigarante nos dio cien años más de los mismo.
Durante todo el siglo 19 este país, que se decía república, tenía un 80 por ciento de su población como virtuales siervos de la gleba. Se decía este país república en el momento mismo en que pomposamente se estaba festejando el centenario de la independencia y la nación rugía hasta reventar, ya convencida de su propio proyecto, que tenía que romper el espinazo de aquel viejo orden colonial para sacar adelante la nación, para construir el proyecto nacional.
Esa es la revolución, el proceso de desconquista de México; ahí nace la nación mexicana, ahí está el sustento de nuestra ideología, ahí está el sustento del pensamiento político de nuestra revolución.
En esa tarea de desconquista es en la que tenemos que estar continuamente trabajando. En 1917 amigos de León, había en León, Guanajuato 90 mil habitantes; cundían la viruela y el tifo; México tenía entonces 15 millones de habitantes; de esos, sólo 3 millones usaban zapatos; los otros 12 millones eran siervos peones de las grandes haciendas, amarrados por la deuda transmitida de padres a hijos, sumidos en el analfabetismo, la desnutrición, la ignorancia, la insalubridad, la marginación social y política.
Teóricamente eran ciudadanos de una supuesta república. En la práctica no podían decidir de su propia vida; no usaban el dinero; sólo el 20 por ciento de este país, el 20 por ciento que vivía en las cabeceras municipales, usaba dinero; por supuesto no podían comprar zapatos; se les pagaba en cuartillos de maíz, de fríjol, no en dinero, eran el 80 por ciento de la nación, era la nación mexicana, pero no usaban zapatos…
Hoy México tiene 85 millones; de esos, más de 80 millones tienen y usan zapatos. León tiene hoy millón y cuarto de habitantes; casi la mitad viven directamente de la producción y distribución del calzado, sin considerar lo que los economistas llaman el efecto multiplicador…Se producen en León (decía mi abuela que no hay que enseñarle el catecismo al padre Ripalda, así que les ruego que me disculpen). Se producen en León más de 200 mil pares de zapatos diarios, ustedes lo saben mejor que yo…Hoy León tiene 14 veces los habitantes de 1917, el país tiene una demanda de calzado 27 veces mayor…
Cuando México, ya entrado a este siglo veinte, estaba sumido en el atraso, producto de la terrible desigualdad y de la falta de mercado, había en el mundo más de 20 países con una floreciente industria del calzado. No era el caso de México; León tenía habilidad zapatera, tenía tradición zapatera, artesanía zapatera, talleres zapateros, pero no tenía industria zapatera. Para que haya industria se necesita demanda, se necesita, mercado. León, amigos leoneses, es producto de la revolución mexicana, es producto del esfuerzo tesonero de este pueblo industrioso, del talento la iniciativa y la capacidad de organización de hombres emprendedores como ustedes.
En la rectoría económica del Estado, según el proyecto marcado en 1917, cuando la nación decidió desarrollarse y ser libre, no puede haber modernidad si no hay sociedad igualitaria, si no hay democratización del ingreso, democratización de la instrucción, de la salud, de la nutrición, de la vivienda, de la decisión política. No podemos reducir la democracia a esa visión mocha y superficial del mero contar votos; nuestra idea de democracia tiene que ser integral, sin excluir naturalmente la política, es decir el respeto al sufragio popular.
En 1938, el presidente Lázaro Cárdenas acudió a los directivos de la Universidad Nacional Autónoma de México, para proponerles la creación de carreras técnicas, más acordes con las necesidades de desarrollo industrial del país.
Comedida, pero enérgicamente le hicieron saber, que aquella era una institución autónoma; jurídicamente tenían razón. Cárdenas asimiló el golpe y al año siguiente fundó el Instituto Politécnico Nacional.
Ustedes saben amigos de León, la gran trascendencia que ha tenido el Instituto Politécnico Nacional en la transformación económica, política, técnica de este país, cómo podemos tener doctores en ingeniería química, en petroquímica, en física nuclear, hijos de obreros y de campesinos que hoy son verdaderamente el orgullo de México.
Al año siguiente también en 1939 aquellos altos dirigentes universitarios y otros distinguidos de clase media acomodada fundaron Acción Nacional, espantados por las profundas transformaciones sociales del régimen de Cárdenas, las transformaciones que iban sentando las bases de la verdadera democracia, que hacía participar a los desheredados de la historia, a los que no sabían votar, porque no sabían leer ni escribir.
Es verdaderamente estimulante comparecer ante distinguidos dirigentes de este industrioso y alegre pueblo de León.
Si algo distingue a nuestra revolución, es el haber extraído su base ideológica de la propia experiencia nacional, de la propia experiencia dolorosa y heroica de la nación mexicana.
México, amigos de León, no exporta revoluciones, no nutre su pensamiento de corrientes pretendidamente universales y eternas de derecha y de izquierda; nuestro programa se nutre de nuestra propia experiencia nacional.
Si tuviéramos que resumir la ideología de nuestro partido en una sola palabra, yo escogería la siguiente: desconquista; y digo desconquista porque es una palabra eminentemente de alusión histórica; no podemos entender la lucha de la revolución, si no entendemos que este país, que esta nación, después de 300 años de dominación colonial de 1521 a 1821, quedó estructurada de modo tal a través de un orden agrario totalmente arcaico, injusto, totalmente desigual, que ya era arcaico en Europa cuando los españoles llegaron aquí y que siguió siendo la razón y el motivo y la raíz de todo nuestro rezago histórico.
Los españoles, después de 800 años de reconquista de la ocupación musulmana, se habían quedado totalmente rezagados en la historia. Ese rezago vinieron a implantarlo en México; pero lo que es peor, al cabo de tres siglos de dominación colonial, no se acabó con la independencia aquella estructura colonial.
El nacionalismo revolucionario de los insurgentes quedó traicionado por la transa política de Agustín de Iturbide en el plan de las tres garantías; el nacionalismo trigarante nos dio cien años más de los mismo.
Durante todo el siglo 19 este país, que se decía república, tenía un 80 por ciento de su población como virtuales siervos de la gleba. Se decía este país república en el momento mismo en que pomposamente se estaba festejando el centenario de la independencia y la nación rugía hasta reventar, ya convencida de su propio proyecto, que tenía que romper el espinazo de aquel viejo orden colonial para sacar adelante la nación, para construir el proyecto nacional.
Esa es la revolución, el proceso de desconquista de México; ahí nace la nación mexicana, ahí está el sustento de nuestra ideología, ahí está el sustento del pensamiento político de nuestra revolución.
En esa tarea de desconquista es en la que tenemos que estar continuamente trabajando. En 1917 amigos de León, había en León, Guanajuato 90 mil habitantes; cundían la viruela y el tifo; México tenía entonces 15 millones de habitantes; de esos, sólo 3 millones usaban zapatos; los otros 12 millones eran siervos peones de las grandes haciendas, amarrados por la deuda transmitida de padres a hijos, sumidos en el analfabetismo, la desnutrición, la ignorancia, la insalubridad, la marginación social y política.
Teóricamente eran ciudadanos de una supuesta república. En la práctica no podían decidir de su propia vida; no usaban el dinero; sólo el 20 por ciento de este país, el 20 por ciento que vivía en las cabeceras municipales, usaba dinero; por supuesto no podían comprar zapatos; se les pagaba en cuartillos de maíz, de fríjol, no en dinero, eran el 80 por ciento de la nación, era la nación mexicana, pero no usaban zapatos…
Hoy México tiene 85 millones; de esos, más de 80 millones tienen y usan zapatos. León tiene hoy millón y cuarto de habitantes; casi la mitad viven directamente de la producción y distribución del calzado, sin considerar lo que los economistas llaman el efecto multiplicador…Se producen en León (decía mi abuela que no hay que enseñarle el catecismo al padre Ripalda, así que les ruego que me disculpen). Se producen en León más de 200 mil pares de zapatos diarios, ustedes lo saben mejor que yo…Hoy León tiene 14 veces los habitantes de 1917, el país tiene una demanda de calzado 27 veces mayor…
Cuando México, ya entrado a este siglo veinte, estaba sumido en el atraso, producto de la terrible desigualdad y de la falta de mercado, había en el mundo más de 20 países con una floreciente industria del calzado. No era el caso de México; León tenía habilidad zapatera, tenía tradición zapatera, artesanía zapatera, talleres zapateros, pero no tenía industria zapatera. Para que haya industria se necesita demanda, se necesita, mercado. León, amigos leoneses, es producto de la revolución mexicana, es producto del esfuerzo tesonero de este pueblo industrioso, del talento la iniciativa y la capacidad de organización de hombres emprendedores como ustedes.
En la rectoría económica del Estado, según el proyecto marcado en 1917, cuando la nación decidió desarrollarse y ser libre, no puede haber modernidad si no hay sociedad igualitaria, si no hay democratización del ingreso, democratización de la instrucción, de la salud, de la nutrición, de la vivienda, de la decisión política. No podemos reducir la democracia a esa visión mocha y superficial del mero contar votos; nuestra idea de democracia tiene que ser integral, sin excluir naturalmente la política, es decir el respeto al sufragio popular.
En 1938, el presidente Lázaro Cárdenas acudió a los directivos de la Universidad Nacional Autónoma de México, para proponerles la creación de carreras técnicas, más acordes con las necesidades de desarrollo industrial del país.
Comedida, pero enérgicamente le hicieron saber, que aquella era una institución autónoma; jurídicamente tenían razón. Cárdenas asimiló el golpe y al año siguiente fundó el Instituto Politécnico Nacional.
Ustedes saben amigos de León, la gran trascendencia que ha tenido el Instituto Politécnico Nacional en la transformación económica, política, técnica de este país, cómo podemos tener doctores en ingeniería química, en petroquímica, en física nuclear, hijos de obreros y de campesinos que hoy son verdaderamente el orgullo de México.
Al año siguiente también en 1939 aquellos altos dirigentes universitarios y otros distinguidos de clase media acomodada fundaron Acción Nacional, espantados por las profundas transformaciones sociales del régimen de Cárdenas, las transformaciones que iban sentando las bases de la verdadera democracia, que hacía participar a los desheredados de la historia, a los que no sabían votar, porque no sabían leer ni escribir.
Esteban Garaiz.