jueves, 22 de febrero de 2007

ALIANZAS Y CONSENSOS

Febrero 20, 2007


Aliados fueron norteamericanos y soviéticos en la Segunda Guerra Mundial, junto con franceses y británicos. Lograron su propósito compartido de acabar con la amenaza nazi. Inmediatamente después vino la guerra fría y el maniqueísmo: el mundo partido entre el bien y el mal. Aliados han sido también PAN y PRD en Chiapas 2000 y en Yucatán 2001. En ambos casos el propósito compartido era acabar con la persistencia del poder local priísta.

Evidentemente, no se están estableciendo aquí semejanzas entre las fuerzas derrotadas en ambos casos. Simplemente se trata de ilustrar con estos dos ejemplos, y se podría aducir cientos más, que las alianzas no son necesariamente aberraciones ni anormalidades contra natura.

La ley, hoy por hoy, obliga en el nivel federal a que las coaliciones electorales entre varios partidos lleven el respaldo político de una plataforma electoral concertada. No es especialmente difícil. Los maniqueos siguen rasgándose las vestiduras, hablando de agua y aceite, o peor aún, del bien y del mal… cuando con aceite y vinagre resultan muy buenas ensaladas.

Es una versión enfermiza de la política y del régimen de partidos políticos. Precisamente la radical oposición entre guerra y política es la eliminación del enemigo en la guerra, y la coexistencia e incluso colaboración con el adversario en la política.

Los partidos son partes de la representación nacional, no enemigos. Juntos representan legalmente a toda la Nación. La visión de izquierda, centro y derecha es precisamente la visión de abanico, es la visión de la yuxtaposición: unos al lado de otros, no en contra, y todos confluyendo. Esa es la visión constitucional. Sólo los ultras ven la política como lucha entre el bien y el mal.

El Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales ilustra, en su artículo 25, este espíritu de coexistencia, y no guerra de exterminio entre los partidos, como partes que son – su nombre lo indica – de la sociedad nacional.

La declaración de principios de todos ellos, independientemente de su definición ideológica, económica o social, contendrá invariablemente la obligación de observar la Constitución y de respetar las leyes e instituciones que de ella emanen; la obligación de no aceptar pacto o acuerdo que los sujete o subordine a cualquier organización internacional o los haga depender de entidades o partidos políticos extranjeros; el rechazo a toda clase de apoyo económico o propagandístico de extranjeros o de organizaciones religiosas; y finalmente conducir sus actividades por medios pacíficos y por la vía democrática.

Los ocho partidos que actualmente tienen registro legal ante el IFE: el Partido Acción Nacional, el Partido Revolucionario Institucional, el Partido de la Revolución Democrática, el Partido Verde Ecologista de México, el Partido del Trabajo, el Partido Convergencia, el Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina y el Partido Nueva Alianza: los ocho se comprometieron previamente a incorporar en sus documentos básicos y, por supuesto, en su actuación política los principios mencionados.

No es poco este compromiso. Sólo él les da a nuestros partidos, como partes de nuestra representación nacional, tan plural como es, una muy amplia coincidencia de miras. En esas condiciones, de amplias coincidencias y de también gran pluralidad política, más el propósito compartido por todos, salvo excepciones patológicas, de movernos en el ámbito de la paz, podemos inclinarnos por el optimismo sin enfermarnos de ingenuidad. Hasta los zapatistas del EZLN, a raíz de su consulta, recibieron de sus numerosos simpatizantes el mandato de no seguir disparando.

Hay que decirlo una vez más: es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Por supuesto que hay grandes intereses económicos de por medio; por supuesto que las leyes pueden inclinar la balanza de la justicia distributiva, además de contribuir a crear el mercado interno, que es la verdadera dinámica de la economía. Pero, hoy por hoy, el anhelo de paz y convivencia armónica está sobre las diferencias. Por eso vemos con enorme esperanza los consensos logrados en las dos cámaras del Poder Legislativo. Ahora sí parece que va en serio el ideal constitucional de que el Legislativo sea un auténtico Poder republicano.

En efecto, es esperanzador y auspicioso que esta semana pasada las cámaras federales del poder legislativo hayan aprobado, la de Diputados por consenso (que técnicamente es mayoría a favor, varias abstenciones y ningún voto en contra) y la de Senadores por unanimidad, la llamada Ley de Reforma del Estado, que fija plazos perentorios para obligarse así de antemano a plasmar esos elementos nuevos que combinen democracia con gobernabilidad, con eficacia en el gobierno de la Nación; y se logren establecer estos acuerdos por la mayoría calificada de los dos tercios requerida para las reformas constitucionales.

Por cierto que esa mayoría más que calificada, lograda para aprobar la Ley de Reforma del Estado, podría ser muy útil para la integración del Consejo General del IFE; garantía de imparcialidad se lograría con una mayoría de cuatro quintos, dejando una válvula para posibles disidencias políticas.

Si vemos las consideraciones previas de esta ley, que es un proyecto consensado y para futuros consensos, la reflexión central es que aquel presidencialismo del siglo XX, cuando, a decir de un connotado priísta, no existían tres Poderes Republicanos sino “un Poder y dos quereres”, ha quedado ya atrás, ante la pluralidad política.

Por eso nos encontramos hoy cada vez con “mayores dificultades para construir mayorías estables o consensos útiles para el gobierno, y en nuestra sociedad ha emergido un pluralismo vigoroso que exige límites al ejercicio unilateral del poder, así como un mayor peso de la representación nacional en la formación de las decisiones públicas”.

Todo indica, pues, que el siglo XXI será el del Poder Legislativo en México, así como el siglo XX fue el del Poder Ejecutivo.

Insisto: resulta esperanzador y auspicioso.

Esteban Garaiz

miércoles, 14 de febrero de 2007

TERRORISMO

Febrero 12, 2007


Es necesario decir en primer término que todo terrorismo y toda violencia son execrables y deben ser repudiados y combatidos.

Pero, a continuación, resulta igualmente obligatorio decir que históricamente, durante todo el siglo XX y el XXI, está científicamente comprobado que todos los terrorismos, salvo muy escasos ejemplos de excepción, tienen un carácter reactivo. Se trata siempre de nacionalismos irredentos: el ERI irlandés, ETA en el País Vasco, la Irgún terrorista israelí en los años cuarenta, el terrorismo Kurdo, el corso, Hamás y OLP en Palestina, el republicanismo islámico saudí de Al Queda, el terrorismo checheno, el argelino en los años sesentas, la desgracia de Darfur en el Sudán del sur, los Tigres Tamiles en la isla de Ceilán (Sri Lanka) y un largo etcétera.

O se trata de izquierdas ilegalizadas y perseguidas por el poder real, es decir igualmente irredentas, cómo El Salvador, Nicaragua o Colombia.

También está históricamente comprobado que no ha podido ni podrá ser exterminado por la represión. Como decía Mahatma Gandhi, “el ojo por ojo sólo nos llevará a que todos quedemos ciegos”.

Si se quiere combatir a fondo el terrorismo, no podrá ser combatiendo las consecuencias, sino eliminando las causas. Haciendo planteamientos radicalmente democráticos y no encubriendo la represión en argumentos jurídicos y constitucionales.

Pongamos el ejemplo de Chechenia. La no independencia del pueblo checheno se sustenta en la constitución de la extinta Unión Soviética. La constitución soviética de 1920 no hizo sino dar forma democrática y jurídica al viejo imperio ruso, que había avasallado a otras nacionalidades en los siglos anteriores: XVII, XVIII y XIX.

La única razón por la que Azerbaiyán es hoy una nación independiente de Rusia y Chechenia no lo es, se sustenta en el hecho de que según la vieja constitución soviética, Azerbaiyán era una de las 16 repúblicas soberanas que integraban la URSS; Chechenia, en cambio, era una república autónoma dentro de la República Soviética de Rusia. Pero Chechenia tiene, al igual que Azerbaiyán, su propio pueblo (de religión mayoritariamente musulmana), su propia lengua, su propia cultura… y mucho petróleo.

Si se mira bien, prácticamente todas las fronteras hoy “constitucionales” de todos los estados nacionales del planeta son en realidad cristalización jurídica de violencia bélica: la Polonia de hoy, la Alemania de hoy, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Cachemira en la India, Japón sin la isla Karafuto; para no hablar de los estados africanos, todos calcados sobre los territorios coloniales sin ningún respeto por los grandes pueblos originales de África, con fronteras artificiales.

Eso incluye, por supuesto, nuestras propias fronteras desde 1848. En la Organización de las Naciones Unidas mucho, muchísimo, se habla de la democracia; nadie se atreve a plantear la democracia de los pueblos, la democracia de las fronteras; la auténtica autodeterminación de los pueblos. Es demasiado subversivo. Es preferible el estado de derecho.

Incluso cuando nuestros diplomáticos hablan (más bien hablaban) de la autodeterminación de los pueblos, principio rector en nuestra Constitución (todavía así está escrito), siempre lo entendieron dentro de las fronteras constitucionalmente establecidas. Esas fronteras no están a discusión; no entran en la democracia.

Poco importa si hay mames, chujes, jacaltecos del lado de México y mames, chujes y jacaltecos del lado de Guatemala. O si hay huicholes del lado de Jalisco y huicholes del lado de Nayarit; o mixtecos de Guerrero y mixtecos de Oaxaca. Mucho menos si hay Kurdos en el oriente de Turquía y Kurdos en el norte de Irak y de Siria, en total 20 millones de seres humanos sin estado propio

Los palestinos, o filisteos, ahí estaban cuando llegaron los israelitas hace 3,000 años y Sansón derribó las columnas del Templo de Dagón en Gaza. Dalila era una mujer del pueblo de los “pilistín”. Parece que desde entonces aprendieron de Sansón los palestinos el terrorismo suicida. Dice la Biblia en el libro de los jueces que Sansón clamó: “Muera yo con los filisteos”, derribó las columnas sobre las que descansaba la casa y “los que mató al morir fueron mucho más que los que había matado durante su vida”. Y hoy, en Gaza y en toda la tierra del Jordán al Mediterráneo, seguimos viendo con horror que los y las descendientes de Dalila deciden en nombre de Dios morir matando. Deben estar muy desesperados.

Hace unos días José María Aznar, expresidente del gobierno español, reconoció finalmente que en Irak no había armas de destrucción masiva. Todavía no reconoce que la terrible tragedia del 11-M en la estación de Atocha en Madrid fue una clara reacción del terrorismo a su criminal decisión de llevar al ejército español, contra la expresa voluntad del 90 por ciento de los españoles, a la bárbara aventura de la invasión de Irak, haciéndole el juego a George W. Bush. De las carnicerías diarias desatadas en ese país desde la invasión “aliada”, poco hay ya que comentar.

Mientras tanto, nuestros jóvenes siguen viendo en la pantalla grande y en la chica películas de terror, del tipo que sea con tal de que aterroricen, financiadas de manera claramente orquestada. Es conveniente que la gente que no lee viva aterrorizada. Aunque en México ni la debemos ni la tememos. Por desgracia para ese poder el tema del terrorismo no es todavía prioritario para el pueblo de México.


Esteban Garaiz

Lic. en Relaciones Internacionales

jueves, 1 de febrero de 2007

GUERRA SANTA

Marzo 27, 2006


Reverendo Padre Oriol:

¿Qué va a hacer la Santa Madre Iglesia Católica Romana - ahora que pretende tener un acercamiento con "quienes acatan la voluntad de Dios", es decir los musulmanes - con todas las imágenes de la Virgen María, incluidas las dos de Wadi-al-lupe, la de aquí y la de allá, que humillan la Media Luna a sus pies; o con las abundantes imágenes de Santiago Apóstol, el Matamoros (supongo que le queda claro lo que es matar moros) que con las patas de su caballo aplasta y humilla a los sarracenos?... El pobre pescador de Tiberíades, que nunca en su vida se subió a un caballo. Supongo también que ha reflexionado que el crimen cometido por el joven homicida musulmán fanático contra un santo varón como el padre Andrés Santoro, es una reacción, es decir una acción de respuesta a una acción previa. ¿Cuándo dejaremos de matar en el nombre de Dios, cruzados o yihaddín, cristeros o calvinistas? ¿Por qué la Iglesia Católica sigue glorificando a los "mártires cristeros" (los que mataron por Cristo) como en el vitral izquierdo del ábside del bello santuario inconcluso de Zamora Michoacán, con cananas y fusiles en la flamante casa de Dios? ¿Hay una guerra santa buena y bendita y una guerra mala y demoníaca? Por cierto ¿Por qué Guillaumín de Gante se copiaría nuestra imagen del Tepeyac, rayos celestiales incluidos, y la colocaría en el coro del bello monasterio de Guadalupe en Extremadura, en 1450? ¿O será que Santa María le quiso dejar claro a Juan Diego que prefería advocaciones en árabe, como Fátima la hija del Profeta?

Un respetuoso saludo

Esteban Garaiz

Entrevista sobre la política energética actual, en México.

Entrevista, que me hacen los periodistas Rubén Martín y Jesús Estrada, sobre la política energética en el actual gobierno.  https://mx.ivoox...