viernes, 13 de julio de 2007

EL SUEÑO PATRIÓTICO DE CARLOS SLIM.

14-06-07

Confieso que el tema me ha provocado a reaccionar. Hace unos días don Carlos Slim tuvo una presentación en el ITESO, la Universidad Jesuita de Guadalajara; y creo que, por la importancia de sus expresiones, merecen una seria reflexión.

Dijo el señor Slim ante estudiantes y académicos del ITESO que “lo interesante de esta civilización es que en lugar de explotar al hombre y a la tierra, sobre todo al hombre, que lo esclavizaba, que lo limitaba y lo inmovilizaba socialmente, y tal como nacía moría, ahora esta sociedad sustenta su desarrollo en el bienestar de los demás”. Dijo también don Carlos – y este es el tema central – que “lo que antes era un asunto de justicia social, ética, de moral, ahora es una necesidad económica”.

Yo creo que apunta muy bien don Carlos Slim al meollo de todo el asunto. Lo primero que a uno le enseñan en la primera clase de economía es que la demanda es el verdadero motor de todo el crecimiento económico y que la demanda sólo existe cuando hay mercado o sea cuando hay ingreso familiar, es decir cuando los trabajadores reciben por su esfuerzo un salario decente que les permite tener poder de compra. De lo contrario, las empresas cuanto más eficientes sean en el proceso productivo, más se llenaran de almacenamientos y acabaran quebrando; y por más mercadotecnia que haya, si no hay poder adquisitivo familiar, acabará llegando la recesión, como es el caso.

Yo no veo que esto se esté enseñando en las numerosas escuelas de negocios y de administración de empresas de Jalisco. ¿Quién hubiera puesto una fábrica de camisas, o de zapatos, o de relojes en 1910 en tiempos de Porfirio Díaz, cuando más del 80% de los 15 millones de mexicanos, peones de las haciendas, ni siquiera participaban en la economía monetaria, porque se les “pagaba” en especie?. Fue la revolución la que abrió el mercado en el país; pero dejó la tarea a medias.

Henry Ford lo tenía claro: sus trabajadores deben poder comprar con su salario lo que ellos mismos producen. Tenemos por estas tierras una mala costumbre muy arraigada: cuando reflexionamos sobre nuestra realidad social, sale a reducir de inmediato el “por ejemplo en Estados Unidos...”, como si fuera el único otro país en el mundo.

Y aquí viene lo curioso: en lo único que no imitamos a nuestros vecinos del norte es precisamente en la clave de prosperidad material, que su propio mercado interno, es decir el pago adecuado a sus trabajadores. Eso nos ha significado una sangría de 20 millones de mexicanos productivos en los últimos 25 años, que, paradójicamente, son los que sustentan con sus remesas nuestro mercado, que sin ellas habría colapsado.

Don Carlos Slim merece atención como hombre emprendedor y exitoso. Si lo que esta diciendo es que hoy la ciencia económica entiende que hay una plena coincidencia entre la “necesidad económica” y la ética social, entonces va muy bien don Carlos. Hace más de 100 años que quedó claro en las encíclicas papales. Estamos hablando de mercado, no de “populismo”. Por lo demás, seguro que el señor Slim estaba pensando en los países que sí han crecido y se han desarrollado “sustentándolo en el bienestar de los demás”. O a lo mejor también está pensando en lo que quiere para México y no acaba de convencer a sus colegas; ni a los gobernantes.

Dijo también que hay que dejar de explotar “a la tierra”. Parece que estamos en vías de revivir el ideal de mi querido maestro don Víctor L. Urquidi a favor del “desarrollo equitativo y sustentable”

Dice Slim, y con toda la razón del mundo, que la fórmula perfecta para combatir la pobreza es la inversión y el desarrollo del capital humano. Lo tenían muy claro quienes incluyeron el artículo 3º. en la Constitución Política: la educación pública, gratuita a todo nivel incluidas las universidades, el Politécnico los tecnológicos, los centros de investigación ., los libros de texto gratuito y los desayunos escolares, han sido la verdadera institución revolucionaria de la sociedad mexicana y la base verdadera para la igualdad de oportunidades. Ahí está el capital humano, hoy rezagado y no competitivo.

No dejó el empresario de mencionar el proverbio chino tan socorrido: “si le das un pescado, comerá un día; si le enseña a pescar, comerá toda la vida”. Pero también hay que decir que para aprender a pescar, primero hay que comer. Sabemos que la asistencia mitiga pero no resuelve el fondo. Pero también hay que decir que todos, absolutamente todos, primero hemos mamado antes de aprender a producir.


Esteban Garaiz


OTRA VEZ LA MULA AL TRIGO

14-06-07

En el pasado 2006 PEMEX obtuvo ingresos antes de impuestos por 57,600 millones de dólares; pagó impuestos por 53,700 millones de dólares; le quedaron utilidades netas por 3,900 millones de dólares para toda su operación, incluído el mantenimiento de sus envejecidos ductos y, lo más delicado, la prospección para reponer sus escasas reservas probadas (subrayo lo de probadas, porque todos sus técnicos saben que nuestras reservas probables son inmensas).

Esto significa, en corto, que PEMEX entregó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público el 93.23 por ciento de sus ingresos brutos; el impuesto más alto del mundo. Ninguna empresa petrolera en el planeta paga los impuestos y derechos que paga PEMEX.

El “niño terrible del populismo” sudamericano Evo Morales, presidente de Bolivia, causó escandaloso malestar el año pasado cuando aumentó los ingresos fiscales de los hidrocarburos bolivianos de 18 a 50 por ciento.

El costo promedio mundial de producción de barril de petróleo queda ligeramente arriba de 8 dólares por barril. PEMEX produce cada barril a menos de 4 dólares; es decir menos de la mitad del costo promedio mundial. Debe quedar claro que ese costo incluye el dinero entregado al sindicato. Para que no se desvíe el foco verdadero del grave problema de PEMEX.

PEMEX está en crisis. PEMEX es una empresa eficiente esquilmada por el fisco; o si se quiere de otro modo, PEMEX está crecientemente irresponsablemente esquilmada por quienes deberían pagar impuestos y los eluden, legalmente. PEMEX es la gallina de los huevos de oro.

Peor aun: el Instituto Mexicano del Petróleo, orgullo de la investigación tecnológica nacional, está también siendo estrangulado por el gobierno federal. En otros tiempos registró importantes patentes mundiales en el ámbito de los hidrocarburos.

PEMEX es una empresa altamente eficaz y eficiente: la segunda en el mundo petrolero internacional; pero está siendo chatarrizada deliberadamente. Dentro de poco querrán que comulguemos con ruedas de molino y nos acabarán metiendo en la cabeza que una empresa chatarra es mejor venderla. No van a quitar el dedo del renglón.

Quienes titeretearon a Vicente Fox creyeron que sería fácil que llegara al Poder Ejecutivo Federal y vendiera el patrimonio energético de la Nación. Lo intentó varias veces, la última casi al término de su mandato. Lo que les pasó a sus patrones es que estuvieron mal asesorados políticamente. Como en el “viejo régimen” el titular del Ejecutivo Federal era, al mismo tiempo, el líder del partido en el poder y, en consecuencia, el que controlaba las carreras políticas de los miembros del Legislativo, creyeron que lo mismo ocurriría con la alternancia en el Ejecutivo. Craso error, porque precisamente el gran cambio real del 2000 (además de que por primera vez en la historia de la República un partido en el Poder Ejecutivo Federal lo entregaba pacíficamente a la oposición) fue que se consolidó la pluralidad política representada en el Legislativo; y esto significaba el auténtico equilibrio entre poderes republicanos y la necesidad de lograr el consenso para obtener la necesaria mayoría calificada de dos tercios en las dos cámaras para poder cambiar la Constitución.

Y otra vez la mula al trigo. Ahora quienes organizaron el evento llamado Expomanagement lograron la disertación de un hombre sabio, Alan Greenspan, que observa con tino que PEMEX está en crisis; y que, de continuar la reducción de la producción de petróleo en México (por no invertir en exploración) y de haber una caída en el precio internacional de petróleo, “habría una crisis fiscal en el país”.

Por supuesto que habría una crisis fiscal severa, en una hacienda pública que recibe el 40 por ciento de sus ingresos de una sola empresa; la que quieren malbaratar. También dijo el viejo Greenspan que “sería una lástima que se perdiera lo alcanzado por no realizar la reforma en PEMEX”. Claro que hay que realizar la reforma de PEMEX, pero esa reforma hay que hacerla en el ámbito fiscal, ampliando la base gravable y, sobre todo, obteniendo un impuesto sobre la renta de las grandes empresas, al estilo del promedio de los países de la OCDE, a la que pertenecemos, y no empeñados en cargar IVA a alimentos y medicinas de los trabajadores con salarios casi congelados.


La reforma fiscal es impostergable en México, pero sin elusión fiscal y sin más de lo mismo; cambiando su estructura, sin esquilmar nuestro patrimonio energético.

Por supuesto que habría una crisis fiscal severa, en una hacienda pública que recibe el 40 por ciento de sus ingresos de una sola empresa; la que quieren malbaratar. También dijo el viejo Greenspan que “sería una lástima que se perdiera lo alcanzado por no realizar la reforma en PEMEX”. Claro que hay que realizar la reforma de PEMEX, pero esa reforma hay que hacerla en el ámbito fiscal, ampliando la base gravable y, sobre todo, obteniendo un impuesto sobre la renta de las grandes empresas, al estilo del promedio de los países de la OCDE, a la que pertenecemos, y no empeñados en cargar IVA a alimentos y medicinas de los trabajadores con salarios casi congelados. La reforma fiscal es impostergable en México, pero sin elusión fiscal y sin más de lo mismo; cambiando su estructura, sin esquilmar nuestro patrimonio energético.


También advirtió Greenspan sobre la desastrosa inequidad en distribución de la riqueza y del ingreso; y puso el dedo en la llaga: la falta de competitividad de México frente a los asiáticos por el terrible rezago en la capacitación tecnológica, por falta de inversión pública y privada; por eso, dice Greenspan (y lo ha venido diciendo René Drucker como voz en el desierto), por falta de información de recursos humanos, hemos perdido la competitividad y hay “cada vez más concentración de los ingresos”.

Esteban Garaiz

CÓMO EN MÉXICO EL SANTIAGO ESPAÑOL SE HIZO INDIO

20-06-07

Eréndira, la bravia princesa tarasca, risueña de nombre (eso quiere decir Eréndira en la lengua purembe) lo intuyó con toda claridad: el caballo es el foco del poder dominador. Con un caballo arrebatado a los invasores quiso reconquistar Tzintzuntzan; sólo la varonil dulzura de Fray Martín de Jesús pudo integrarla a la nueva sociedad colonial.

Entre conquistadores y conquistados hubo un rápido intercambio; 50 años después de la invasión los naturales poseían el evangelio y los recién llegados poseían la tierra; con ella se quedaron 400 años y todavía no la devuelven del todo.


Dicen Araceli Campos y Louis Cardaillac que el Santiago español se hizo indio; 450 páginas y más de 90 bellas imágenes lo documentan. Claro, primero en aquel espléndido libro sobre “Santiago el Apóstol de Dos Mundos” fue necesario documentar que el humilde pescador galileo de carácter fuerte, Jacobo Bar Zebedeo, el hijo del trueno, gran remero que nunca en su vida se subió a un caballo, se volvió por ahí del 800 de la era cristiana naturalizado español, gran caballero y adalid de los alicaídos cristianos arrinconados por los moros en las montañas del norte de la Península Ibérica. Y cómo ahí sobre su arrollador caballo blanco Sant Jacob se transforma en el santo héroe, el Matamoros de la batalla de Clavijo.

Por favor, no me pregunten qué tiene de santo y de cristiano una espada para matar moros; pero si las cruzadas y la reconquista ibérica son la guerra santa al revés, a nadie de los presentes le sorprenda por qué el santo del caballo blanco que después de la reconquista ibérica, se viene de Granada a América al frente de los conquistadores, que imponen su nombre a pueblos, montes, ríos y provincias, ahora se ha vuelto el defensor de los oprimidos y se ha naturalizado indio. De los de América. Este espléndido libro de Araceli Campos y Louis Cardaillac se lo va a explicar en detalle; pero yo les quiero adelantar que en el proceso de apropiación de eso que algunos llaman el “subconsciente colectivo” mucho tiene que ver el caballo. El arranque de Eréndira no estaba tan perdido.

La verdad es que también me pregunto qué y cómo va a hacer Benedicto XVI, que quiere ahora acercarse al mundo musulmán, después de su santa metida de pata, para quitar a todos los moros descabezados y malheridos debajo de las imágenes del caballo blanco de Santiago o todas las medialunas debajo de los pies de todas las vírgenes del mundo hispánico; no se si será porque a la Virgen María le agradan al parecer los nombres arábigos como Wadi-al-lupe o como Fátima la hija del Profeta.

Pero hay que dejar a un lado las digresiones y volver a nuestro tema. De profunda admiración sería si no tuviéramos claro el arraigado poder integrador de la cultura mexicana. No tiene nada de risa el hecho de que se ofrende manojos de alfalfa al blanco caballo del Apóstol. Si saben bien lo que hacen quienes reconocen que la esencia del poder milagroso y protector de Santiago está en su investidura de caballero; y que esa investidura poderosa es para ponerla cristianamente a favor y defensa de los oprimidos; y él es un triunfador, no un martir.

Dejen para los europeos el afán por recorrer el venéreo camino hacia occidente siguiendo la vía láctea hasta Compostela en el finis térrae y rendir pleitesía al Apóstol sentado pacíficamente, después de atravesar el Pórtico de la Gloria, y regresar con la venera en el pecho o en la solapa de la esclavina y ser venerables en su tierra de retorno.

El conquistado de este lado del Atlántico hace tiempo que ya no necesita de Tezcatlipoca o de Huitzilopochtli; es mejor estar bajo la protección del caballero poderoso venido de Oriente, como desde siempre se sabía que llegaría. Si los ibéricos se apropiaron del pescador galileo y lo hicieron caballero triunfador, ahora son los oprimidos y conquistados los que han hecho indio y protector con igual halo de victoria.

Que venga si quiere el último impostor del otro lado del mar. Que venga de oriente con la engañosa bandera de Occidente, contra el indigenismo. Es asnar, no caballero; y menos cristiano. Está destinado al fracaso. Hoy Santiago campea en América y defiende a los indios, los de aquí y esta montado en su caballo blanco. La victoria es suya.

Santiago el galileo ya no es español, es indio de acá.

Esteban Garaiz


Presentación del libro “Indios y Cristianos. Cómo en México el Santiago Español de hizo Indio” de los autores Araceli Campos y Louis Cardailla. UNAM, El Colegio de Jalisco, Editorial Itaca, 20 de junio de 2007.

lunes, 9 de julio de 2007

CUÁL RUMBO Y CUÁL CAMBIO (capítulo para publicación de un libro colectivo).

29-06-07

No es la primera vez que la nación mexicana pierde el rumbo. Veinticinco años llevamos con el rumbo perdido. Todos los organismos internacionales a gritos, tanto como lo permite la cortesía diplomática, nos dicen que nos estamos quedando rezagados en el concierto internacional: después de más de cuarenta años de crecimiento sostenido anual promedio de 6 por ciento sobre el producto interno bruto, ahora desde 1982 estamos creciendo a una tasa promedio inferior a 2 por ciento sobre PIB; las evaluaciones del sistema educativo nacional son verdaderamente alarmantes; la inversión en ciencia y tecnología – que es la clave de la competitividad – cada día más estrangulada; CONACYT, el Instituto Méxicano del Petróleo, la UNAM, el Politécnico Nacional, otrora motores del desarrollo nacional, cada día más limitados presupuestalmente.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) a la que pertenecemos junto con los 30 países más desarrollados del mundo, continuamente dentro de su comedimiento nos están recordando que, para lograr el desarrollo equilibrado que nos equipare e incorpore gradualmente, y para poder ser competitivos, hay tres elementos sustantivos que México debe atender: el primero es invertir en el factor humano, es decir educación, capacitación, ciencia y tecnología; ahí ven esos organismos la raíz de nuestro lugar cada vez más bajo en la escala internacional de competitividad frente, por ejemplo, a los “pequeños dragones” asiáticos, que llevan ya decenios invirtiendo fuertemente en la capacitación de sus recursos humanos.

El segundo elemento es el de la verdadera reforma fiscal. México es el país del mundo que menos recauda sobre PIB. En el 2006 no pasó del 11 por ciento frente a más del triple en promedio de los países de la OCDE. Pero lo más importante no es el monto, con todo y la trascendencia que tiene, sino la composición. No es posible, ni aceptable la visión miope de querer cargar más al consumo y de imponer IVA en alimentos y medicinas a la gran mayoría de los mexicanos con salarios congelados desde hace 25 años: eso en el mejor de los casos, porque sólo el 40 por ciento cuenta con empleo formal y en consecuencia está inscrito en la seguridad social. Los países de la OCDE obtienen la mayoría de sus ingresos fiscales del impuesto sobre la renta (ISR) a las utilidades de las grandes empresas y no tanto de los contribuyentes cautivos a los que se les descuenta de la nómina. Eso les permite a los estados contar con gobiernos fuertes, no obesos, y atender a todas las necesidades de los ciudadanos en seguridad, nutrición, educación, ciencia, tecnología y capacitación laboral, además de vivienda, habitat y desarrollo cultural y deportivo. Sobra decir que estamos en el último lugar de los países de esa organización. Aquí las grandes empresas siguen eludiendo al fisco y, lo que es peor, lo hacen legalmente, y “a los perros más flacos les caen todas las pulgas”.

El tercer elemento está muy vinculado con los dos anteriores y es el de la terrible inequidad y los altísimos, bochornosos, índices de pobreza. Porque la pobreza no es un fenómeno puramente técnico económico. La pobreza tiene una causa que es la marginación, empezando por la marginación geográfica, que es o fue producto del despojo histórico.

Recientemente en el mes de junio de este 2007 en curso, don Carlos Slim tuvo una importante presentación ante los estudiantes y académicos del ITESO, la universidad jesuita de Guadalajara. Dijo Carlos Slim que “lo interesante de esta civilización es que, en lugar de explotar al hombre y a la tierra, sobre todo al hombre, que lo esclavizaba, que lo limitaba y lo inmovilizaba socialmente, y tal como nacía moría, ahora esta sociedad sustenta su desarrollo en el bienestar de los demás”. Dijo también – y éste es el tema central – que “lo que antes era un asunto de justicia social, ética, de moral, ahora es una necesidad económica”.

Es claro que el señor Slim comparte la visión de desarrollo de los líderes de los países avanzados y de los organismos internacionales, incluida la OCDE a la que pertenecemos; y no la vista miope de la mayoría de nuestros empresarios y dirigentes económicos que continúan con el enfoque de los hacendados coloniales y porfirianos de “explotar al hombre y a la tierra, sobre todo al hombre, que tal como nacía moría”, como dice don Carlos, el hombre más rico de México. A él le queda claro que la justicia social y la dinámica económica coinciden; y para decirlo crudamente, la razón técnica se llama mercado.

Lo primero que a uno le enseñan en la primera clase de economía es que el motor de toda la actividad económica es la demanda y que ésta se sustenta en el ingreso familiar, es decir en el sueldo adecuado de los trabajadores que son la inmensa mayoría de los consumidores. Las empresas altamente eficaces en términos productivos, si no tienen compradores, se llenarán de almacenamientos y acabarán quebrando por más marketing que hagan. La economía necesita compradores, o sea trabajadores bien pagados. Aquí muchos empresarios siguen pensando como los hacendados porfirianos; quieren peones acasillados. Bueno sería, para retomar el rumbo, que oyeran a Carlos Slim: ya no “explotar al hombre y a la tierra”, sino “sustentar el desarrollo en el bienestar de los demás”. Por cierto no se ve que en las escuelas de negocios de Jalisco se esté enseñando esto.

Tenemos una mala costumbre por estas tierras, muy arraigada: para todo sale a relucir el “por ejemplo en Estados Unidos”, como si fuera el único otro país del mundo. En lo único que no imitamos a nuestros vecinos del norte es precisamente en la clave de su prosperidad que es su propio mercado interno; o, dicho con las palabras de Slim, “en el bienestar de los demás”. Ahí está el rumbo que tenemos perdido. Eso nos ha significado una sangría de 20 millones de compatriotas en los últimos 25 años, que, por cierto, son los que hoy sustentan con sus remesas nuestro mercado interno.

No está de más reiterarlo: la ética y la justicia social coinciden con la ciencia económica, como nos lo han estado repitiendo Carlos Slim y los organismos económicos internacionales. El mercado, que es el motor de la economía está en el consumo de las masas trabajadoras.

Ahí está el rumbo trazado con toda claridad. Lo marcaron desde un principio los Insurgentes. Se llama desconquista. Veamos por qué no bastó con la independencia. Al momento de la conquista y años subsiguientes el intercambio entre naturales e invasores fue inmediato. Cincuenta años después los naturales poseían el evangelio y los invasores poseían la tierra; y pusieron a los indios a trabajarla, para provecho de los llegados. Así por 300 años.

Cuando en 1810 se inicia la revuelta contra los gachupines, los líderes insurgentes que jefaturaban a las masas, no querían sólo expulsar a los peninsulares; querían la transformación social y el derrocamiento del viejo orden colonial, cuasifeudal, arcaico y terriblemente injusto derivado de la conquista. Querían la desconquista.

España, a su llegada a América, ya venía rezagada históricamente, producto de ochocientos años de guerra para la reconquista frente a los moros. Seguía con su sistema agrario feudal mientras el resto de Europa había alcanzado importantes focos de burguesía y de acumulación de capital comercial y tecnológico. Así pues, los conquistadores establecieron el sistema agrario de mercedes y encomiendas, después haciendas, que no eran sino la adecuación del régimen feudal a estas tierras. Enrique Florescano y Alejandra Moreno Toscano han documentado con toda claridad que el movimiento insurgente, si bien en la coyuntura de la ocupación napoleónica de la metrópoli, fue en esencia un movimiento agrario de rebelión en un año de escasez por mala cosecha.

De los primeros actos de gobierno de Miguel Hidalgo en Guadalajara, el 6 de diciembre de 1810 promulgaba el bando que determina que “todos los dueños de esclavos deberán darles la libertad dentro del término de diez días, so pena de muerte”. No menos importante es la segunda disposición: “que cese para lo sucesivo la contribución de tributos, respecto de las castas que lo pagaban y toda exacción que a los indios se les exigía”.

José María Morelos en Los Sentimientos de la Nación establece “que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia; y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto”. También dispone “que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano del otro el vicio y la virtud”.

Aun en el ánimo de no ser prolijo en esta coyuntura, vale la pena citar que Morelos pretende también promover la instrucción “del hijo del barretero”, es decir de las juventudes populares. Vale la pena hacer referencia a la “Constitución Imaginaria” de José Joaquín Fernández de Lizardi que detalla en su artículo 63: “No siendo justo que cuatro propietarios hacendados se hallen apropiados de casi todo un nuevo mundo con notorio perjuicio del resto de sus conciudadanos, pues es bien sabido que hay ricos que tienen diez, doce o más haciendas, y algunas que no se pueden andar en cuatro días, al mismo tiempo que hay millones de individuos que no tienen un palmo de tierra propio, se decreta la presente ley agraria…”

Esta idea insurgente la va a recoger años después, en 1856, Ponciano Arriaga en su Voto Particular sobre la Propiedad, aunque sin resultados inmediatos. Así pues, desde los padres insurgentes está planteado el rumbo nacional: el propósito de corregir y atenuar los efectos de la malformación congénita de la nación mexicana. Es decir: la desconquista.

Pero no. En el templo de la Profesa, en la ciudad de México, se tramaba exactamente lo contrario: que todo cambie para que todo quede igual. Encontraron al hombre ideal para ello: Agustín de Iturbide, coronel realista, sañudo perseguidor de insurgentes, corrupto militar acaparador y especulador de granos, hábil y apuesto jinete, político seductor, que en secreto ve con avaricia hacerse del poder. Así la Independencia Trigarante de 1821 es la más descarada traición a los propósitos desconquistadores de los insurgentes. Cien años más de lo mismo. Se van los gachupines peninsulares, pero quedan los descendientes de los invasores como dueños de la tierra, del poder político y de la vida de los peones, siervos de la gleba. No hay república, a pesar del nombre, porque no hay ciudadanos. Hay que esperar hasta que la nación reviente. El rumbo se ha perdido por 100 años.

En Jalisco, Pedro Celestino Negrete secunda de inmediato el Plan de Iguala respaldando las Tres Garantías. Ahí está la placa conmemorativa en la calle Independencia de San Pedro Tlaquepaque. El Independizador de Jalisco es otro gachupín sanguinario perseguidor y asesino de insurgentes. Con él la flor y nara del alto clero y de los propietarios de la Nueva Galicia. El zorro a cargo del gallinero. Igual traición a los ideales insurgentes. Cien años más de lo mismo.

Durante el régimen colonial la Iglesia Católica española estaba investida de importantes atribuciones civiles. Desde luego tenía el monopolio absoluto de la educación en todo nivel, con escasísimas excepciones como el Colegio de las Vizcaínas (esos vascos siempre disidentes). Por supuesto, era también secretaría de salud: todos los hospitales, nosocomios, orfanatos bajo su directa responsabilidad: Los diezmos y primicias, obligatorios bajo sanción civil, le conferían atribuciones hacendarias. Quienes siendo súbditos de su Católica Majestad morían fuera de la Santa Madre Iglesia, eran enterrados “en tierra bruta donde me pise el ganado”, porque la citada Santa Madre tenía la posesión y dominio exclusivo de los cementerios. Los herejes y demás condenados por la Santa Inquisición eran entregados al “brazo civil” para la ejecución de las sanciones (el nombre del brazo da a entender que autoridad civil y eclesiástica pertenecen a un mismo cuerpo). De hecho el rey sus vicerreyes interferían abiertamente en la designación de las jerarquías eclesiásticas: José María Luis Mora le llamaría después “monstruosa convivencia”. Tampoco hay que dejar de mencionar el registro en exclusiva de todos los actos de la vida civil: nacimientos-bautizos, matrimonios, defunciones.

No fue fácil para la nueva república arribar a la claridad mental necesaria para establecer el laicismo propio de toda república verdadera. La primera constitución federal, la de 1824, establecía la religión católica obligatoria sin tolerancia de ninguna otra. Nueve años después, en 1833, con la asesoría de José María Luis Mora, el Presidente de la República Valentín Gómez Farias , jalisciense que había sido diputado a las Cortes de Cádiz en 1812, hizo los primeros intentos. Resultados infructuosos; pero ahí quedó la semilla del precedente. Fue necesario esperar a la coyuntura de las Leyes de Reforma y de la nueva constitución de 1857, en cierto modo derivada de la derrota de 1847 y de la consecuente pérdida de la mitad del territorio nacional y del abatimiento del espíritu nacional.

Entretanto, el más ilustre de todos los jaliscienses, escribía en 1842 el Ensayo sobre el Verdadero Estado de la Cuestión Social y Política que se agita en la República Mexicana. Sorprende en verdad que Mariano Otero a sus escasos veinticinco años, con limitado y tardío acceso a las obras del pensamiento político y económico universal y específicamente europeo, haya insistido en su ensayo que “la organización de la propiedad es el principio generador de los fenómenos sociales”, que esta organización se refleja en la relación de las clases sociales, que “el cambio general debe comenzar por las relaciones materiales de la sociedad” y que “la propiedad rural mal repartida produce las más funestas consecuencias”. Más sorprendente es el hecho de que esto ocurre tres años antes de la publicación de La Sagrada Familia, seis años antes del Manifiesto Comunista y veinticinco años antes de la publicación del primer tomo de El Capital.

Cuando pensamos en Mariano Otero, muerto por el cólera a los 33 años, o en figuras como Francisco García Salinas, Prisciliano Sánchez o Ponciano Arriaga, alcanzamos a percibir cuán equivocados estan quienes piensan con simpleza que el liberalismo mexicano se dejó llevar de manera mecánica por el librecambismo entonces predominante sin hacer reflexiones propias sobre la realidad nacional. En verdad sí tenían claro el rumbo.

Durante todo el siglo XIX nadie, ni Benito Juárez, llegó al poder por la vía electoral democrática. Fueron las botas, no los votos, las que decidieron el poder republicano. De todos modos, las leyes electorales establecían el voto censitario, indirecto hasta en tercer grado, condicionado a poseer “rentas”, es decir reducido a un ínfimo porcentaje de mexicanos. Don Francisco I. Madero, el apóstol de la democracia, llegó al poder ejecutivo federal, después del derrocamiento militar de Porfirio Díaz, ya en el Siglo XX por la enorme cantidad de 19,997… indirectos, naturalmente. Ni siquiera completó los 20,000.

Será necesario esperar al triunfo de la Revolución, la verdadera, la campesina, para lograr en 1917 el voto universal, directo y secreto…de los varones. Las mujeres tendrán que esperar a 1953 para obtener el voto federal. Aquellas valientes que lo arrancaron fueron antes militantes que ciudadanas.

Celebraba Porfirio Díaz en 1910 con bombo y platillo el Centenario de la Independencia (en realidad de la insurgencia) con el gran respeto de “la comunidad internacional” por haber logrado “orden y progreso, el lema del positivismo comtiano. Las guardias rurales habían acabado con los bandidos colgándolos o incorporándolos a sus filas. Los teatros de la paz se construyeron en todas las capitales provinciales, que no estatales. Había ya casi una escuela en cada cabecera municipal. Se fue formando una delgadísima capa de clases medias, que fueron adquiriendo conciencia política.

El tema central seguía sin tocarse: la tierra . A decir verdad, se había empeorado. No más de 3,500 familias poseían el 98 por ciento del terreno nacional (el caso de los Altos de Jalisco es una excepción por su formación histórica). Puede ser extremadamente ilustrativo para quien esté realmente interesado en el rumbo nacional, leer el librito titulado México Bárbaro del estadounidense John Kenneth Turner, escrito por esas fechas de 1910.

El peón acasillado de las haciendas, más del 80 por ciento de los 15 millones de mexicanos entonces, no sólo no decidía quién sería el presidente de la república, el gobernador, o el presidente municipal; en realidad no decidía de su propia vida, porque la deuda personal transmitida de padres a hijos, no le permitía abandonar la hacienda. Tampoco formaba parte de la economía monetaria porque no se le pagaba en dinero sino en especie: cuartillos de maíz y frijol, p iezas de manta para las enaguas de la mujer y para el calzón del hombre, piloncillo y otros enseres. Por supuesto , no había para él ni su familia servicio médico ni, mucho menos, seguridad social. Quienes subieron al tren fue para ser deportados a Valle Nacional, donde morían a los pocos meses. En una llamada “república”, la gran mayoría de los “ciudadanos”. En pleno siglo XX.

Es absolutamente necesario tener presente de dónde venimos para saber qué rumbo queremos tomar.

Así reventó la nación poco después del festejo del Centenario. A ello, sin duda, mucho contribuyó la toma de conciencia de las escasas clases medias y de miembros periféricos del campesinado como Emiliano Zapata. En 1906 el Programa del Partido Liberal de los hermanos Flores Magón proponía, entre otros postulados “declarar nulas las deudas actuales de los jornaleros de campo para con los amos”; y también “prohibir a los patronos, bajo severas penas, que paguen al trabajador de cualquier otro modo que no sea con dinero”; y “hacer obligatorio el descanso dominical”. Ricardo Flores Magón murió en una cárcel de Kansas “en condiciones no aclaradas”.

En 1917 la Constitución Política, todavía hoy vigente, al menos en teoría, estableció los artículos 3º, 27, 123 y 130 definitivamente los centrales del rumbo nacional. La reforma agraria, con todos sus muchos defectos, incorporó a los campesinos al conglomerado nacional. No hay que olvidar que el lema de Zapata era doble: “Tierra y Libertad”. Muchas familias campesinas fueron gradualmente dejando atrás sus tierras y optando libremente por incorporarse a las ciudades. Hoy la población urbana rebasa el 70 por ciento de los mexicanos. Aquellos campesinos analfabetas y malnutridos comprendieron, más por intuición, que su voto corporativo por el artículo 3º permitiría para sus hijos un futuro de instrucción y progreso. Hoy muchos de sus nietos y bisnietos han obtenido licenciaturas, maestrías y doctorados en el Instituto Politécnico Nacional y otras muchas universidades, tecnológicos e instituciones públicas de instrucción superior. La gratuidad real de la educación pública se ha apoyado en los desayunos escolares y en los libros de texto gratuito. El artículo tercero ha sido sin duda una de las instituciones más revolucionarias: con rumbo certero y sin cambio violento.

Elementos parecidos habría que ponderar con los derechos laborales establecidos en el artículo 123 y su ley reglamentaria, que hoy se pretende “flexibilizar” también ahí la creación de la seguridad social ha contribuido de manera significativa a consolidarlos.

La Revolución Mexicana dejó su tarea hecha a medias. Si en 1910 el 90 por ciento de los mexicanos campesinos y urbanos; eran pobres en serio, setenta años después quedaba la mitad. Podemos entrar a un debate de cifras acerca de la situación de los últimos 25 años; pero los datos de INEGI dejarán a todo el que tenga un mínimo sentido crítico, con la fuerte sensación de que poco o nada hemos avanzado desde entonces. Seguimos con la mitad de los mexicanos pobres y desde fuera nos dicen que la desigualdad social ha empeorado. El rumbo está claro.

En enero de 1994, cuando ingresábamos al primer mundo, se nos reventó nuestro propio tercer mundo por el patio trasero. Chiapas se había quedado rezagado en el proceso de avance revolucionario. En 1920-24 el entonces Presidente Alvaro Obregón, agobiado por las presiones norteamericanas en los llamados Acuerdos de Bucareli, había pactado una tregua con los “mapaches”, o sea con las milicias contrarrevolucionarias de los terratenientes chiapanecos. En Chiapas no se hizo la revolución ni la reforma agraria hasta 1994-2000. Los nuevos zapatistas, al consultar a sus numerosos simpatizantes, recibieron un mandato contundente: ni un tiro más. Los mexicanos, está claro, no queremos violencia, ni aun para luchar por la justicia. Se logra más por la vía pacífica. Aunque conviene aclarar a los timoratos que el derecho de manifestación no violenta está consagrado en la Constitución. Mahatma Gandhi, marchando pacíficamente, y siendo encarcelado y apaleado, desafió la ley imperial británica y logró la independencia de la India. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Ahí están, pues, el rumbo y el cambio.

Cuál cambio, cuál cambio. Mucho se habló de cambio en 1998-2000. Hasta cierto punto era un cambio sin rumbo. No se sabía bien a dónde, pero fue cuajando la idea de lo que se quería dejar atrás. El poder corrompe y ya eran 70 años de un poder casi monopólico.

Quienes titeretearon a Vicente Fox sí tenían su rumbo marcado, pero no coincidía con la mayoría nacional. Sí tenían su as en la manga; pero cometieron un serio error político. Les faltó asesoría política. En la elección se sumaron votos de izquierda y derecha. Hubo votos útiles; los necesarios para ganar la elección: Creyeron que ya habían logrado su propósito: hacerse del patrimonio energético nacional. Pero no cayeron en la cuenta que con la alternacia en el Poder Ejecutivo había cambiado precisamente la relación entre los poderes republicanos.

Pensaron con inercia. No observaron que en “el viejo régimen” el titular del Poder Ejecutivo era al mismo tiempo el líder del partido predominante y tenía poder de decisión sobre las carreras políticas de los legisladores federales de su partido. Para el 2000 se consolida la pluralidad política representada en las cámaras federales. El titular del Poder Ejecutivo ya no cuenta automáticamente con la mayoría calificada de dos tercios en el Poder Legislativo para emprender cualquier reforma a la Constitución. Si hay un hecho político trascendente en el 2000 es precisamente el haber logrado el equilibrio real de los poderes republicanos, tal como está en el texto de la constitución. Además, claro, del precedente histórico: por primera vez en toda la historia nacional un partido político entrega pacíficamente y por la vía electoral el poder ejecutivo nacional a la oposición.

Lo que siguió es ya la gran lección. La corrupción no es prerrogativa exclusiva de ningún partido. El cambio sin rumbo es la estupidez absoluta. Hay que retomar el rumbo. El rumbo es la desconquista de México. Y nos queda la mitad de la tarea por hacer.


Esteban Garaiz

Entrevista sobre la política energética actual, en México.

Entrevista, que me hacen los periodistas Rubén Martín y Jesús Estrada, sobre la política energética en el actual gobierno.  https://mx.ivoox...