miércoles, 12 de julio de 2017

José el soñador y la rectoría económica del Estado

Para Milenio
Esteban Garaiz
27 junio 2017

El primer acto en la historia, que muchos recordamos, de rectoría económica del Estado está narrado en la Biblia. Es la historia de José hijo de Jacob: el sueño de las vacas gordas y las vacas flacas.
José fue vendido como esclavo por sus medios hermanos, celosos del cariño de su padre, y llevado a Egipto. Fue calumniado por la mujer de su amo Potifar y encarcelado. En la cárcel supo interpretar los sueños de algunos compañeros, y trascendió su fama. Tanto que llegó a oídos del faraón de Egipto, que había tenido una terrible pesadilla: había visto en sus sueños cómo surgían del río 7 vacas gordas y después llegaron 7 vacas flacas que devoraron a las gordas.
El faraón mandó llamar de la cárcel a José el pastor nómada hebreo. José le explicó al monarca egipcio que las 7 vacas gordas significaban que habría en Egipto, país gran productor de trigo, 7 años de abundantes cosechas; y las 7 vacas flacas querían decir que a continuación llegarían 7 años de malas cosechas y de escasez.
El joven pastor ignorante se atrevió a darle al faraón un sabio consejo de rectoría económica del Estado: debía construir grandes almacenes de grano para conservarlo en los años superabundantes, de tal modo que el pueblo egipcio no sufriera hambruna en los siguientes 7 años de mala cosecha. No podía dejar esa catástrofe en manos de los acaparadores de grano: “Lo que Dios va a hacer lo ha mostrado al faraón: recaude el quinto (veinte por ciento) en los 7 años de abundancia; y recojan el trigo bajo la mano del faraón para mantenimiento de las ciudades; y el país no padecerá de hambre”.
El faraón tomó la determinación de nombrarlo ministro. Al fin de la sequía distribuyó semillas. “De los frutos daréis el quinto al faraón y las cuatro partes serán vuestras para sembrar y para que coman vuestros hijos” (Génesis 47,24).
 La razón fundamental de todo estado es tutelar y garantizar los derechos de todos los pobladores, incluida, por supuesto, la seguridad alimentaria.
En 1932 Franklin Roosevelt fue electo presidente de los Estados Unidos de América, en el peor momento de su historia. (El único presidente en ese país, electo por 4 períodos: 1932, 1936, 1940 y 1944). En ese 1932, la acumulación de capitales y la pobreza y desigualdad habían llegado a extremos tales que se hundió la economía nacional por falta de compradores, por falta de mercado, en los últimos tiempos del presidente J. Edgar Hoover.
La Gran Depresión: 15 millones de trabajadores en paro; los bancos en quiebra; manifestaciones masivas, pacíficas, de los veteranos del Bonus Army, reprimidos por el gobierno. Todo eso en el centro mundial del capitalismo.
Cuenta William Manchester en su ya clásico Gloria y Ensueño (The Glory and the Dream):

“Aquel año cerca de dos millones de estadounidenses, aparceros expulsados de las tierras, propietarios agricultores que no podían pagar las hipotecas y abandonaban sus campos… En resumen: la capacidad de compra del consumidor no seguía el fuerte ritmo de la producción de bienes”.
Los actuales dirigentes de los Estados Unidos han querido borrar en el olvido esa etapa bochornosa de la historia de su país. Salvo Bernie Sanders, el precandidato demócrata que compitió frente a Hillary Clinton y fue bloqueado perversamente por la maquinaria partidaria demócrata como lo exhibieron los hackers rusos, a los que después les colgaron otros milagritos.
Apenas llegó Franklin Roosevelt a la presidencia implantó según las facultades extraordinarias que le fueran atribuidas, el New Deal. Generando empleo productivo desde el gobierno y dinamizando el ingreso familiar.
Ordenó la emisión inmediata de millones de dólares en papel moneda, utilizando la cobertura de los activos bancarios. Hizo saber que publicaría la lista de todos los que habían retirado oro. Al abrir los bancos, largas colas y poco después se habían recuperado 300 millones, suficientes para la cobertura. El comercio salió de su atonía.
Inició su Plan de Cien Días; se legalizó la cerveza. Se creó el Cuerpo Civil de Conservación CCC, dando trabajo a 2 millones y medio de jóvenes de barrios pobres con uniforme verdinegro; plantaron 200 millones de árboles; y más de 30 mil proyectos: construcción de diques y represas, oficinas de Correos, puentes, cárceles, aeropuertos, alcantarillas, piscinas públicas, pistas de atletismo, campos de deporte, centrales eléctricas, estaciones ferroviarias, nuevas carreteras, hospitales, nuevos ayuntamientos, edificios de tribunales, servicios sanitarios, escuelas, redes de abastecimiento de aguas, control de crecidas, zoológicos, alamedas.
El costo conjunto “no llegaba a los 20 mil millones, la cuarta parte del presupuesto anual del Pentágono” con Nixon (Manchester pp... 167-168). Así se salvó Estados Unidos.

Proyecto alternativo es proyecto colectivo

Para Milenio
Esteban Garaiz
04 julio 2017

Ni empieza ni termina con nadie. El Zócalo se llenó reiteradamente desde 1988, con mexicanas, y mexicanos inconformes con el desvío del proyecto nacional, orquestado por Carlos Salinas, Diego Fernández de Ceballos y otros traidores a la voluntad popular.
En 2000 un nuevo liderazgo alcanzó dimensión nacional. Millones de mexicanas y mexicanos lo hemos seguido desde entonces por su verticalidad y compromiso. Somos notoria mayoría. Somos la Nación. Desde abajo. Ya vimos que supo gobernar con la gente. Que sabe gobernar. No hay mesías. Los mesías vienen de lo alto; no de la lucha popular.
El proyecto de regeneración nacional viene desde los agraviados, que somos el 99 por ciento. Es un proyecto colectivo, mayoritario, de los indignados de tanta corrupción, injusticia, atropellos, homicidios, desaparecidos, escuelas cerradas, universidades sin cupo, gasolinazo, impunidad, trabajo infantil, ilegalidad, explotación laboral, incompetencia de los gobiernos: principal y originalmente del federal.
El proyecto de regeneración rebasa con mucho al Partido de Regeneración Nacional. Somos millones, no sólo de ciudadanos individuales. Integramos numerosos colectivos cívicos y políticos, que requieren coincidir, en el propósito y en los medios para lograr el poder federal; para lograr pacíficamente desbancar y desterrar a todos, todos los cómplices de la gran traición a México.
Ahí queda claro que no puede haber alianza ni coalición para seguir simplemente con lo mismo. Ni con los mismos. Inaceptable, e irracional sería pensar en un “frente opositor” con quienes formaron parte de la cuadrilla del prianato ampliado que ocasionó los daños estructurales al proyecto nacional todavía inconcluso.
No tendría ningún caso; es más: sería gravemente contraproducente llegar al poder republicano para confirmar y consolidar el mismo desastre nacional que venimos sufriendo desde la concertación prianista de 1988.
La gran coalición republicana a la que aspiramos tiene que ir más allá que la simple adhesión sumisa a un partido político con registro nacional. Debe ser acuerdo entre pares para que sea republicana. Sin que eso quiera significar empezar de cero.
Hay mucho camino recorrido y muchas lecciones que tomar en cuenta.
Evidentemente nadie puede olvidar el montón de trabas malintencionadas de ciertas dirigencias partidarias con banderas de izquierda. Dijo el filósofo: “Perdona, pero no olvides”.
Se trata de sumar voluntades ciudadanas, soberanas. No de imponer bautismos en el Río Jordán. Sí deberá ser el gran río, hecho de afluentes, en la misma cuenca del rescate de la vida republicana. Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Es un sueño realizable. De hecho ya se ve en el horizonte. Media nación: más de 60 millones de mexicanos marginados y excluidos nos esperan, a decir verdad: con desesperanza.
La democracia mexicana, a la que seguimos aspirando, sigue padeciendo una dolorosa falla: millones de mexicanas y mexicanos en mayoría de edad no asumen vivencialmente la enorme trascendencia de su ciudadanía.
La educación primaria, que ya cubrió a más del 80 por ciento de los mexicanos, resultó seriamente, gravemente omisa en enseñar el primer punto, nada menos, del artículo tercero. Millones de mujeres y hombres de hoy, entonces niños, no aprendieron en la escuela porque no les enseñaron lo más elemental: que al cumplir 18 años debían asumir una grave responsabilidad sólo equiparable a la maternidad-paternidad: la de ser ciudadanos.
O sea la de ser soberanos, la de decidir, con su opción individual en el secreto de la mampara, sólo delante de su conciencia, el rumbo de la nación, es decir el futuro de sus familias.
No es esta la ocasión de analizar si fue falta del maestro, del sindicato, de la Secretaría o del titular único del Poder Ejecutivo Federal. Si fue omisión grave o deliberada intención de la dirigencia, de quienes controlan el poder. Anunciaron que el civismo era superfluo. Fue el Estado.
El Texto Rector sigue diciendo todavía: “La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia… considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.
Millones de votos vendidos por una miseria temporal, son una verdadera tragedia nacional que hoy sufren ciudadanos y ciudadanas de esta generación a los que el Estado mexicano agravió.
Es el Estado mexicano el directamente culpable de esa grave falla democrática. Sigue bajo el control de esos indeseables que poseen varios escudos partidarios.

Los moderados serán barridos por la historia

Para Milenio
Esteban Garaiz
11 julio 17

No hay tercera vía. La historia es maestra de la vida. Desde Comonfort para acá la historia mexicana siempre ha barrido a los moderados. Sólo los radicales, o sea los que van a la raíz, acaban finalmente, después de múltiples obstáculos, dando el paso adelante en este largo devenir histórico de desembarazarse de los arraigados restos del régimen colonial de la Conquista para la instauración de una república real y no ficticia.
Como los 19 mil 997 clasemedieros ciudadanos que votaron por Francisco I. Madero en 1911, en un país con 15 millones de habitantes.
Madero murió asesinado por los mismos que lo habían promovido. El mismo Venustiano Carranza fue rebasado por sus jóvenes seguidores, que lograron en el Constituyente ir mucho más allá del Ejecutivo fuerte que quería Carranza, y consensaron los grandes logros sociales de 1917.
La educación gratuita universal del artículo tercero; la demolición de los latifundios de la Colonia y la restitución de las tierras a quienes las trabajan; la rectoría económica del Estado; la propiedad originaria de la Nación sobre sus recursos naturales; y el gran salto histórico de los derechos de los trabajadores en el artículo 123: jornada máxima, salario mínimo, seguridad e higiene en el trabajo y el derecho a la sindicalización.
Todo eso, más la cara político-electoral: la ciudadanía universal sin restricción a todos los varones, incluidos los analfabetas, cuatro quintas partes de los mexicanos, que sí sabían lo que querían para sus hijos y lo habían refrendado con su sangre. Con la educación universal sus hijos aprenderían a asumir su ciudadanía al llegar a la edad adulta (que sigue siendo aspiración pendiente).
Eso fue ir a la raíz, sin moderaciones ni terceras vías. Las claudicaciones fueron llegando después. Salvo, claro, la gran profundización del proyecto nacional de Lázaro Cárdenas: educativo, técnico, agrario, industrial propio.
Pero lo ocurrido a raíz de 1982 no ha sido una simple claudicación. Fue, y sigue siendo por 35 años, una completa, eficaz, deliberada y programada, traición al proyecto nacional y a su modelo económico de desarrollo. Las llamadas reformas estructurales han sido, en efecto, daños estructurales al proyecto nacional de 1917. No simples claudicaciones y corruptelas.
Ante ese panorama desolador de 35 años sin crecimiento económico, con rezagos severos en los ingresos de las familias, con un presupuesto federal estúpidamente petrolizado (y además tercamente a precios hundidos), con retrocesos en la escolaridad de los más marginados, cerrada la movilidad social para jóvenes que estudian, el pavoroso aumento de homicidios impunes y desapariciones sin resolver, la proliferación de fosas de cadáveres incógnitos, la persistencia de la horrible mortalidad infantil.
Y en la raíz de todo: la incapacidad financiera del gobierno para cumplir sus obligaciones constitucionales (además del insultante despilfarro de los sueldos de los altos funcionarios y de los partidos políticos) junto con el agotamiento del patrimonio energético nacional a precios derrumbados.
No queda sino ir a la raíz: no hay otra sino la insurrección popular pacífica (populismo) y no sólo de los proletarios, sino del 99 por ciento que se gana la vida trabajando y no de las rentas de sus capitales.
A la raíz; no arreglitos cosméticos, trigarantes o maderistas. Recuperar de raíz el proyecto nacional que sentó las bases de la verdadera república. No castas coloniales con trapitos de democracia comprada a los que no valoran su primogenitura, con “gobiernos abiertos” y “gobernanzas” empresariales corporativas.
Ir a la raíz supone una intensa campaña desde la autoridad para que quienes son legalmente ciudadanos no vendan su voto por una bicoca en forma de dádiva individual; sino que valoren en su enorme trascendencia su investidura de soberanos, y que decidan, en la soledad de la mampara, según propuesta de gobierno para todos, en beneficio de las familias de todos, y a mediano plazo.
Eso reparará, al menos parcialmente, la grave omisión cometida por el propio Estado, de no haber logrado que los egresados de la educación pública hayan aprendido, porque no se les enseñó adecuadamente, que al llegar a la edad ciudadana, tendrían en su mano el destino de la Nación.
Es radical, de raíz, la falla de nuestra primitiva democracia. Es un asunto central, no accesorio. Es esencial porque es definitorio en el resultado de la elección, o sea: de la voluntad mayoritaria. Se prefirió que jugaran a la ciudadanía; y desde  el gran poder se jugó con ellas y ellos.
Seamos radicales. No moderados. Vamos a la raíz.

Entrevista sobre la política energética actual, en México.

Entrevista, que me hacen los periodistas Rubén Martín y Jesús Estrada, sobre la política energética en el actual gobierno.  https://mx.ivoox...