Para Milenio
Esteban Garaiz
28 enero 2020
Según la Enciclopedia de México, dirigida por el jalisciense José Rogelio Álvarez, tomo VII, los HUICHOLES (en su idioma: birráricas) ocupan en sus asentamientos actuales un total de 4,225 kilómetros cuadrados, de los cuales: 2,700 corresponden al Estado de Jalisco; área de las más accidentadas del país, con escarpadas montañas, que sobrepasan los 2,500 metros sobre el nivel del mar, y profundas cañadas. El Río Bolaños corre a 800 metros s.n.m.
Cuatro grandes comunidades en
Jalisco: Tuxpan de Bolaños, San Sebastián Teponahuaxtlán, Santa Catarina y San
Andrés Cohamiata (Tateikie). Una más, colindante en el Estado de Nayarit:
Guadalupe Ocotán.
“A cada una pertenecen pequeños
grupos que viven dispersos y en constante tránsito”, según los posibles coamiles
de cada temporada de lluvias. Aunque resulta útil tener en cuenta que son
originalmente un pueblo cazador- recolector, con su propia cosmogonía.
La escasa agricultura temporalera
es esencialmente realizada por mujeres. Dato éste de esencial importancia para
la impostergable labor de respetuosa integración (que NO asimilación) al
bienestar rural a través del trabajo social directo con mujeres y niños.
Se puede afirmar que es el
único pueblo indígena no cristianizado; y que su geografía abrupta ha
contribuido en gran manera a la sobrevivencia como pueblo originario. Aunque la
rapacidad extractiva original ya de nuevo se está haciendo presente de manera
furtiva. Además de la cercana actividad del narcotráfico, especialmente al sur
de Bolaños en la demarcación municipal de San Martín.
Esa sobrevivencia como pueblo
nos recuerda que el Estado mexicano, institucionalizado a partir del
virreinato, y con la mayoría de sus instituciones: lengua oficial, estructura
jurídica latina, y hasta religión oficial en sus inicios, mantiene con los
pueblos originarios de nuestro territorio una inocultable deuda histórica, que
debe ser saldada, al menos, a partir de las garantías individuales y derechos
humanos establecidos en el Pacto Nacional.
No sólo eso, el único
corporativismo con asiento legal es precisamente el de los pueblos originarios,
más allá de los derechos individuales. Más aun, en el marco de la reciente Ley
del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, publicada en el D.O.F. el 04
de diciembre de 2018.
Para saldar la deuda histórica
con el pueblo birrárica, en la Refundación de Jalisco, se requieren básicamente
cuatro líneas de acción:
a-
La política: constitución de municipios
comunitarios de usos y costumbres, sin interferencias partidarias, refundados
sobre los títulos agrarios de sus tierras comunales y sus comisariados;
b-
La material: caminos transitables en todo
tiempo desde esas 4 ó 5 “cabeceras”, de manera directa hacia la capital
estatal;
c-
La social: el trabajo social de trabajadoras
del hogar rural, específicamente con las mujeres, a través de capacitación en
puericultura, nutrición y actividades productivas de traspatio; y
d-
La educativa: rescatando la educación bilingüe
con
internados.