Para Milenio
Esteban Garaiz
28 de abril 2020
Lo mejor que le pudo haber
ocurrido a México es verse presionado multilateralmente por la OPEP (o sea: la
Organización de Países Exportadores de Petróleo, más otros también exportadores
aliados en el intento de mantener alto y costeable el precio internacional de
los hidrocarburos, como es el caso de México).
En cuanto a la “generosa”
negociación de Donald Trump para asumir parte de la rebaja propuesta
originalmente a México: algo tiene que ver con las reservas de crudo acumuladas
en Cushing, Oklahoma por Estados Unidos, que ya rebasaron las condiciones de
almacenaje.
Cualquiera que haya sido su
personal intención, a México y a la propia OPEP les resultó una propuesta
conveniente y aceptada.
Verse presionado a reducir un
tanto la producción-exportación de crudo, y así reorientar parte de lo extraído
(que no se repone) hacia su transformación industrial propia. No sólo para
producir gasolinas y combustibles y así garantizar la movilidad estratégica
nacional, al menos previsiblemente en los próximos 10 años; y a precios
estables.
También, razonablemente,
conviene para reponer la petroquímica básica, que esos canallas dejaron
derrumbar; y así contar con insumos propios para la industria de fertilizantes
(que ahora importamos absurdamente, en detrimento de nuestros campesinos y de
las subsistencias populares a precio razonable).
Igualmente, en los millares de
derivados de esos hidrocarburos en la mediana industria nacional, a partir de
esa preciosa ventaja comparativa de nuestra tierra: medicamentos, fibras,
envases, plásticos, pinturas, manteles, calzado, lentes, y tantos miles de
útiles más, hasta pantallas de celulares y computadoras.
Todo ello con este recurso de
nuestra tierra, en el que somos privilegiados; y que se malbarató durante
decenios porque ya “íbamos administrar la abundancia”, en vez de transformarlo
aquí con nuestro esfuerzo para una mejor vida de nuestra población.
Ese es, en resumen, el tema
central: con OPEP o sin OPEP, con Trump o sin Trump, México debe transformar
los recursos naturales de sus tierras y aguas patrimoniales, de los que está
dotada de manera privilegiada para transformar con su esfuerzo y en beneficio
de su gente.
Parte señera de esa
reconstrucción debe estar orientada a la rehabilitación del Instituto Mexicano
del Petróleo. Llena de orgullo y al mismo tiempo de rabia y de vergüenza, el
saber que valiosos técnicos y científicos mexicanos, egresados o que formaron
parte de la planta del IMP, hoy se encuentran trabajando profesionalmente en
Siberia o en los Emiratos Árabes, el Mar del Norte y otras latitudes.
Porque ocurre también que
Pemex paga derechos (regalías) al presupuesto federal por esos barriles de
propiedad nacional que extrae. Es la petrolera que más derechos paga por cada
barril extraído.
La baja en la extracción
desequilibra las finanzas del gobierno federal (a pesar de las previsoras
coberturas sobre los derechos federales). Pero ahorra conservando recursos de
nuestro patrimonio natural.
P. D. El derrumbe estrepitoso
del precio internacional por la voracidad especulativa, confirma la urgencia de
volver a la autonomía energética. Ahora es cuando.