Para Milenio
Esteban Garaiz
12 de mayo 2020
Esta inevitable contracción de prácticamente todas las
economías del planeta, a consecuencia de las medidas necesarias para hacer
frente a la pandemia; y también la predecible recuperación, y recomposición, de
las diferentes cadenas productivas en el corto y mediano plazo, puede
paradójicamente tener un saludable efecto de poda. Que ya tiene a la vista
algunas de sus facetas más predecibles, sin necesidad de ser augur superdotado.
Dos de ellas, indudablemente, tendrán que ser: la
revaloración del factor trabajo en el conjunto del proceso productivo, y en
especial en las llamadas economías intermedias (incluida la mexicana).
La otra, igualmente a la vista, tendrá que ser el poner en su
debido lugar y dimensión a la especulación financiera y sus absurdos altibajos
sin ninguna fundamentación en la economía real: la que resuelve las necesidades
materiales de los seres humanos.
La racionalidad económica indica (no la perversa volatilidad
de las maniobras financieras en monedas que perdieron una gran parte de su
fundamento real; y que quieren seguir controlando el flujo económico global a
través de “sanciones” para las que no tienen atribución ni ética, ni política,
ni racionalidad económica) que cada economía regional o nacional crezca,
produzca y aporte según sus ventajas comparativas.
Es decir: no sólo según las riquezas y elementos naturales de
que esté dotada, sino también según el desarrollo que actualmente tenga como
grupo humano, con su capacitación general de la fuerza laboral y,
específicamente: de los cuadros técnicos y de investigación científica.
Algo de esto se vislumbró, por ejemplo, con el modo y
elementos de cada sociedad para hacer frente a la catástrofe colectiva; y el
modo de reaccionar de cada instancia: si prohibiendo y “sancionando” a otros; o
con solidaridad universal.
No estará de más recordar los resultados de la famosa prueba
PISA, promovida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico: OCDE (aunque obsesivamente quiera reducir la educación de las nuevas
generaciones a la sola capacitación productiva).
En nota de diciembre pasado mencionamos que en una escala de
19 países, los escolares de China habían obtenido en matemáticas 591 puntos; en
el lugar 18 quedaron los Estados Unidos con 478 puntos.
Este joven escribidor recuerda con nostalgia aquellos lejanos
tiempos en la selva del Sureste, cuando hasta la más humilde y recóndita de las
chozas tenia escrita la clave y número de la benemérita Comisión Nacional de
Erradicación del Paludismo: que efectivamente logró así erradicar con la
fumigación aquella plaga que destrozaba las vidas humanas.
Toda proporción guardada, lo mismo se trabajó y se logró con
la alfabetización, la electrificación rural (con aquella benemérita CFE), la
escolaridad, la capacitación laboral, los caminos rurales y la reducción de la
mortalidad infantil (que todavía hoy tiene índices vergonzosos en zonas rurales
y suburbanas).
Esa capitalización humana, que es la esencia de la economía,
no entra en los números del PIB. Tiene que revivir. La Bolsa puede seguir con
altibajos ruleteros; y las calificaciones crediticias.