Para Milenio
Esteba Garaiz
19 de mayo 2020
Hogares endeudados. Empresas endeudadas. Gobiernos nacionales
endeudados. Bancos opulentos.
El reconocido columnista Martin Wolf, de Financial Times nos
está alertando, a la vista de la predecible recuperación económica global, una
vez que se supere la debacle sanitaria ocasionada por la pandemia.
Dice Wolf que todas las finanzas de los gobiernos del mundo
están sufriendo la resaca (la cruda, pues) del “emborrachamiento de la deuda”.
Inevitable se hará el replanteamiento de las deudas públicas
en todas, o casi todas, las 200 naciones del planeta.
El monto conjunto de las deudas públicas, o sea: lo que deben
los gobiernos nacionales de todos los pueblos del mundo a los grandes bancos
oligárquicos multinacionales (algunos de los cuales se hacen llamar “internacionales”,
como el FMI) es verdaderamente monstruoso y aterrador.
Es que, además, no son las naciones pobres las únicas que
tienen gobiernos endeudados hasta el tope. Prácticamente todos los gobiernos
del planeta están endeudados.
A falta de mejor referencia, el Index Mundi de la CIA
registra lo que deben los gobiernos en proporción a su PIB nacional; o sea: en
proporción a todo lo que produce la economía de una nación entera todo el año.
Con datos de 2018-2019 informa Index Mundi:
Alemania debe 60 por ciento sobre PIB, España el 95 por
ciento, Francia el 98, Portugal 117, Italia 134, Austria 70, Dinamarca 33 por
ciento, Grecia 176, Brasil 88 por ciento, Canadá debe 90 por ciento, Colombia
52, Países Bajos endeuda 49 por ciento, Estados Unidos (gobierno federal) 104
por ciento sobre PIB, China 50 por ciento, Argentina 86, Australia 41, India
68, México 53 por ciento, Noruega 40 por ciento, Rusia 14 sobre PIB, Venezuela
24.
Consideración importante: ¿a quién le deben? Uno puede
preguntarse también ¿de qué soberanía, de qué independencia puede estar
hablando un gobierno que debe no sólo todo lo que recaude en un año, sino la
mitad, o más, de su producto nacional bruto?
Como dato adicional: en el Banco Mundial, del Fondo Monetario
“Internacional”, el Tesoro de los Estados Unidos es dueño del 51 por ciento de
las acciones; o sea: mayoría.
En este contexto, podrá observarse el carácter y alcance de
los amagos persistentes de las autonombradas calificadoras de la deuda
“soberana”, y aun la de las empresas públicas; calificadoras que dictan a los
gobiernos cómo deben manejar sus finanzas, como Fitch, o Standard and Poor´s, o
Moody´s.
Ante este panorama, urge recuperar el sano principio fiscal
“progresivo y redistributivo”: recaudar todo lo necesario para atender y
tutelar todos los derechos de todos los habitantes (y no trabajar sólo hasta
donde alcance lo recaudado). Ni endeudarse más allá de su capacidad de pago.
Por lo que toca a las grandes empresas privadas, que se
enfrentarán en esta coyuntura a una severa falta de liquidez, el citado
columnista británico Martin Wolf adelanta una propuesta de gran realismo y
apegada a la urgente equidad: pueden las empresas emitir nuevas series de
acciones, que adquieran los gobiernos en propiedad. Así resultarán socios en la
recuperación económica y empresarial: en el verdadero sentido de la expresión.