Esteban Garaiz
domingo, 24 de mayo de 2020
Entrevista sobre la política energética actual, en México.
Energías limpias
Para Milenio
Esteban Garaiz
26 de mayo de 2020
La ecología no es una religión. Ni una moda. La ecología es
una ciencia: la ciencia de nuestro hogar común: “oikos”. De la ciencia deriva la prudencia: actuar en bien de
todos.
Agua y sol son el origen de la vida en el planeta: desde su
formación hace millones y millones de años.
Las corrientes marinas, los vientos, las lluvias, las
tormentas, las cascadas: todas son producto de la energía solar. El sol evapora
las aguas de los mares, derrama las lluvias sobre las montañas; de ahí
descienden las corrientes de los ríos por gravedad rumbo de nuevo al mar. Así
en su ciclo perenne: agua y sol.
Eso aprendimos en la secundaria. Eso es ciencia. La energía
ni se crea ni se destruye; sólo se transforma; se recicla.
La energía más limpia que hoy utilizamos: la hidroeléctrica
es sólo eso: sol y agua. Bueno, bonito y barato sería que todos los hogares de
México contaran con calentador solar. Además democratizaría a nivel familiar la
energía. Somos una nación privilegiada, dotada de manera abundante de agua y
sol; o sea: de vida.
Nuestro planeta ha tenido, por millones de años, eras de
calentamiento global y eras de glaciares, de manera alternada. Según la
ciencia, los homínidos evolucionaron en una era de calentamiento global; y la
humanidad se desarrolló a continuación, en una era glaciar.
Es de imaginar, hoy, que los siberianos o los canadienses, o
los lapones escandinavos no deben estar especialmente alarmados con el
calentamiento global por unos dos grados centígrados en los próximos decenios.
Incluso los hidrocarburos, y los carbones no son más que sol
fosilizado. Se suele distinguir el carbón vegetal: de madera, del carbón
mineral. Pues ocurre que el carbón mineral, igual que el petróleo, es también
de origen vegetal.
En la Era Terciaria, de gran calor, todo el planeta era una
selva verde y húmeda. Los grandes depósitos de materia verde caduca, con el
paso de los milenios y millones de años se fosilizaron y se transformaron en
hidrocarburos. También nuestra Nación es privilegiada en esos depósitos, que no
son más que materia vegetal fosilizada.
No es apropiado confundir hidrocarburos con combustión
contaminante. No todos en las nuevas generaciones caen en la cuenta de que su
vida está rodeada de productos útiles derivados del petróleo: desde los zapatos
tenis hasta la pantalla del celular; cientos de productos: medicamentos,
pinturas, fibras, manteles, ropa interior, solventes, juguetes, platos y toda
clase de plásticos.
Las reservas de hidrocarburos del subsuelo no son renovables
(en los próximos millones de años). La transformación del parque vehicular
movido por combustión interna debe acelerarse. Pero no va a ocurrir de
inmediato de manera voluntarista. Llevará al menos dos decenios remplazar 20
millones (en México) de vehículos con una vida útil de 10 años en promedio.
Prudencia nacional será no seguir exportando nuestras
limitadas reservas de crudo; e importando gasolina, cuando con una
reconfiguración económica de las seis refinerías se puede atender la demanda
coyuntural de combustible: como se hizo, con calidad y precio razonable durante
50 años, sin incertidumbres ni altibajos.
Queda más por comentar.
martes, 19 de mayo de 2020
La cruda de las deudas públicas
Para Milenio
Esteba Garaiz
19 de mayo 2020
Hogares endeudados. Empresas endeudadas. Gobiernos nacionales
endeudados. Bancos opulentos.
El reconocido columnista Martin Wolf, de Financial Times nos
está alertando, a la vista de la predecible recuperación económica global, una
vez que se supere la debacle sanitaria ocasionada por la pandemia.
Dice Wolf que todas las finanzas de los gobiernos del mundo
están sufriendo la resaca (la cruda, pues) del “emborrachamiento de la deuda”.
Inevitable se hará el replanteamiento de las deudas públicas
en todas, o casi todas, las 200 naciones del planeta.
El monto conjunto de las deudas públicas, o sea: lo que deben
los gobiernos nacionales de todos los pueblos del mundo a los grandes bancos
oligárquicos multinacionales (algunos de los cuales se hacen llamar “internacionales”,
como el FMI) es verdaderamente monstruoso y aterrador.
Es que, además, no son las naciones pobres las únicas que
tienen gobiernos endeudados hasta el tope. Prácticamente todos los gobiernos
del planeta están endeudados.
A falta de mejor referencia, el Index Mundi de la CIA
registra lo que deben los gobiernos en proporción a su PIB nacional; o sea: en
proporción a todo lo que produce la economía de una nación entera todo el año.
Con datos de 2018-2019 informa Index Mundi:
Alemania debe 60 por ciento sobre PIB, España el 95 por
ciento, Francia el 98, Portugal 117, Italia 134, Austria 70, Dinamarca 33 por
ciento, Grecia 176, Brasil 88 por ciento, Canadá debe 90 por ciento, Colombia
52, Países Bajos endeuda 49 por ciento, Estados Unidos (gobierno federal) 104
por ciento sobre PIB, China 50 por ciento, Argentina 86, Australia 41, India
68, México 53 por ciento, Noruega 40 por ciento, Rusia 14 sobre PIB, Venezuela
24.
Consideración importante: ¿a quién le deben? Uno puede
preguntarse también ¿de qué soberanía, de qué independencia puede estar
hablando un gobierno que debe no sólo todo lo que recaude en un año, sino la
mitad, o más, de su producto nacional bruto?
Como dato adicional: en el Banco Mundial, del Fondo Monetario
“Internacional”, el Tesoro de los Estados Unidos es dueño del 51 por ciento de
las acciones; o sea: mayoría.
En este contexto, podrá observarse el carácter y alcance de
los amagos persistentes de las autonombradas calificadoras de la deuda
“soberana”, y aun la de las empresas públicas; calificadoras que dictan a los
gobiernos cómo deben manejar sus finanzas, como Fitch, o Standard and Poor´s, o
Moody´s.
Ante este panorama, urge recuperar el sano principio fiscal
“progresivo y redistributivo”: recaudar todo lo necesario para atender y
tutelar todos los derechos de todos los habitantes (y no trabajar sólo hasta
donde alcance lo recaudado). Ni endeudarse más allá de su capacidad de pago.
Por lo que toca a las grandes empresas privadas, que se
enfrentarán en esta coyuntura a una severa falta de liquidez, el citado
columnista británico Martin Wolf adelanta una propuesta de gran realismo y
apegada a la urgente equidad: pueden las empresas emitir nuevas series de
acciones, que adquieran los gobiernos en propiedad. Así resultarán socios en la
recuperación económica y empresarial: en el verdadero sentido de la expresión.
La Recuperación
Para Milenio
Esteban Garaiz
12 de mayo 2020
Esta inevitable contracción de prácticamente todas las
economías del planeta, a consecuencia de las medidas necesarias para hacer
frente a la pandemia; y también la predecible recuperación, y recomposición, de
las diferentes cadenas productivas en el corto y mediano plazo, puede
paradójicamente tener un saludable efecto de poda. Que ya tiene a la vista
algunas de sus facetas más predecibles, sin necesidad de ser augur superdotado.
Dos de ellas, indudablemente, tendrán que ser: la
revaloración del factor trabajo en el conjunto del proceso productivo, y en
especial en las llamadas economías intermedias (incluida la mexicana).
La otra, igualmente a la vista, tendrá que ser el poner en su
debido lugar y dimensión a la especulación financiera y sus absurdos altibajos
sin ninguna fundamentación en la economía real: la que resuelve las necesidades
materiales de los seres humanos.
La racionalidad económica indica (no la perversa volatilidad
de las maniobras financieras en monedas que perdieron una gran parte de su
fundamento real; y que quieren seguir controlando el flujo económico global a
través de “sanciones” para las que no tienen atribución ni ética, ni política,
ni racionalidad económica) que cada economía regional o nacional crezca,
produzca y aporte según sus ventajas comparativas.
Es decir: no sólo según las riquezas y elementos naturales de
que esté dotada, sino también según el desarrollo que actualmente tenga como
grupo humano, con su capacitación general de la fuerza laboral y,
específicamente: de los cuadros técnicos y de investigación científica.
Algo de esto se vislumbró, por ejemplo, con el modo y
elementos de cada sociedad para hacer frente a la catástrofe colectiva; y el
modo de reaccionar de cada instancia: si prohibiendo y “sancionando” a otros; o
con solidaridad universal.
No estará de más recordar los resultados de la famosa prueba
PISA, promovida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico: OCDE (aunque obsesivamente quiera reducir la educación de las nuevas
generaciones a la sola capacitación productiva).
En nota de diciembre pasado mencionamos que en una escala de
19 países, los escolares de China habían obtenido en matemáticas 591 puntos; en
el lugar 18 quedaron los Estados Unidos con 478 puntos.
Este joven escribidor recuerda con nostalgia aquellos lejanos
tiempos en la selva del Sureste, cuando hasta la más humilde y recóndita de las
chozas tenia escrita la clave y número de la benemérita Comisión Nacional de
Erradicación del Paludismo: que efectivamente logró así erradicar con la
fumigación aquella plaga que destrozaba las vidas humanas.
Toda proporción guardada, lo mismo se trabajó y se logró con
la alfabetización, la electrificación rural (con aquella benemérita CFE), la
escolaridad, la capacitación laboral, los caminos rurales y la reducción de la
mortalidad infantil (que todavía hoy tiene índices vergonzosos en zonas rurales
y suburbanas).
Esa capitalización humana, que es la esencia de la economía,
no entra en los números del PIB. Tiene que revivir. La Bolsa puede seguir con
altibajos ruleteros; y las calificaciones crediticias.
Gasolina mexicana
Para Milenio Jalisco
Esteban Garaiz
05 de mayo 2020
Pemex no tiene por qué tener “plan de negocios”,
sencillamente porque no es una empresa constituida para generar negocios y
utilidades.
Todo el silogismo falla y se derrumba cuando la premisa mayor
es falsa.
Un análisis nimio de una analista y vocera regional de una de
las autonombradas calificadoras crediticias de deuda soberana (¿quién las
nombró?) parte sistemáticamente de tratar a Pemex como una empresa
obligatoriamente redituable a sus accionistas. Lógica ilógica.
En efecto: la única y primordial razón de ser de toda empresa
privada es la de generar utilidades a sus dueños. Si no, entonces no tiene
razón de ser. No es negocio; no es empresa. Desaparece.
No es ese el caso de Pemex. Desde su concepción en 1934,
antes incluso de la Expropiación Petrolera, Pemex fue concebida (en el marco
constitucional) como la “palanca del desarrollo nacional”.
Habría de ser el gran mecanismo económico encargado de
desarrollar la más importante ventaja comparativa con la que está dotada la
Nación mexicana: los hidrocarburos, en beneficio de todos los mexicanos. No
para garantizar la seguridad energética de otros.
Desarrollo económico no sólo entendido para la transformación
industrial (combustibles, fertilizantes, petroquímicos) sino también para
impulsar el crecimiento en comercio, movilidad, servicios y en la agricultura
nacional.
Los hidrocarburos, al igual que los carbones, no son más que
energía solar fosilizada, acumulada por millones de años. Somos una nación
asoleada y también con energía solar fosilizada.
Lo que extraemos del subsuelo nacional, que es nuestra gran
ventaja comparativa como nación, no es renovable. Debe haber una prudente y
programada extracción porque se acaba. No es para malbaratar lo que pronto nos
va a hacer falta.
Es importante que, como ciudadanos que debemos decidir sobre
lo importante para nuestra generación y para las futuras, tengamos presente que
nuestros hidrocarburos, no sólo nos han servido para garantizar la movilidad
nacional, o sea: comercio y servicios; seguirán utilizándose necesariamente
durante los próximos 10 ó 20 años, en tanto las nuevas energías limpias van
sustituyendo gradualmente el parque vehicular a base de combustibles.
Además, han sido (y seguirán siendo) insumo básico de
fertilizantes nitrogenados (cuasiorgánicos) para los productores graneros y, de
ese modo, se subsidie, con su esfuerzo, la producción de subsistencias
populares.
Pero también son materia prima, limpia, de toda clase de
enseres para la vida normal de las familias: desde medicamentos (cuasiorgánicos),
fibras, lentes, pinturas, platos, cubetas, bolsas y plásticos, revestimientos
vehiculares, calzado y muchos usos más.
El hecho de que, contra la voluntad mayoritaria y con toda
clase de retorcimientos legales, desde 2013 se permita la inversión privada en
exploración y extracción petrolera, no cambia en esencia la vocación histórica
de Pemex.
Este pasado mes de marzo, según datos de la Comisión Nacional
de Hidrocarburos, Pemex extrajo 1 millón 697 mil barriles de crudo. Las
empresas privadas aportaron el 3 por ciento, es decir: 50 mil barriles.
Un millón 681 mil barriles
Para Milenio
Esteban Garaiz
28 de abril 2020
Lo mejor que le pudo haber
ocurrido a México es verse presionado multilateralmente por la OPEP (o sea: la
Organización de Países Exportadores de Petróleo, más otros también exportadores
aliados en el intento de mantener alto y costeable el precio internacional de
los hidrocarburos, como es el caso de México).
En cuanto a la “generosa”
negociación de Donald Trump para asumir parte de la rebaja propuesta
originalmente a México: algo tiene que ver con las reservas de crudo acumuladas
en Cushing, Oklahoma por Estados Unidos, que ya rebasaron las condiciones de
almacenaje.
Cualquiera que haya sido su
personal intención, a México y a la propia OPEP les resultó una propuesta
conveniente y aceptada.
Verse presionado a reducir un
tanto la producción-exportación de crudo, y así reorientar parte de lo extraído
(que no se repone) hacia su transformación industrial propia. No sólo para
producir gasolinas y combustibles y así garantizar la movilidad estratégica
nacional, al menos previsiblemente en los próximos 10 años; y a precios
estables.
También, razonablemente,
conviene para reponer la petroquímica básica, que esos canallas dejaron
derrumbar; y así contar con insumos propios para la industria de fertilizantes
(que ahora importamos absurdamente, en detrimento de nuestros campesinos y de
las subsistencias populares a precio razonable).
Igualmente, en los millares de
derivados de esos hidrocarburos en la mediana industria nacional, a partir de
esa preciosa ventaja comparativa de nuestra tierra: medicamentos, fibras,
envases, plásticos, pinturas, manteles, calzado, lentes, y tantos miles de
útiles más, hasta pantallas de celulares y computadoras.
Todo ello con este recurso de
nuestra tierra, en el que somos privilegiados; y que se malbarató durante
decenios porque ya “íbamos administrar la abundancia”, en vez de transformarlo
aquí con nuestro esfuerzo para una mejor vida de nuestra población.
Ese es, en resumen, el tema
central: con OPEP o sin OPEP, con Trump o sin Trump, México debe transformar
los recursos naturales de sus tierras y aguas patrimoniales, de los que está
dotada de manera privilegiada para transformar con su esfuerzo y en beneficio
de su gente.
Parte señera de esa
reconstrucción debe estar orientada a la rehabilitación del Instituto Mexicano
del Petróleo. Llena de orgullo y al mismo tiempo de rabia y de vergüenza, el
saber que valiosos técnicos y científicos mexicanos, egresados o que formaron
parte de la planta del IMP, hoy se encuentran trabajando profesionalmente en
Siberia o en los Emiratos Árabes, el Mar del Norte y otras latitudes.
Porque ocurre también que
Pemex paga derechos (regalías) al presupuesto federal por esos barriles de
propiedad nacional que extrae. Es la petrolera que más derechos paga por cada
barril extraído.
La baja en la extracción
desequilibra las finanzas del gobierno federal (a pesar de las previsoras
coberturas sobre los derechos federales). Pero ahorra conservando recursos de
nuestro patrimonio natural.
P. D. El derrumbe estrepitoso
del precio internacional por la voracidad especulativa, confirma la urgencia de
volver a la autonomía energética. Ahora es cuando.
El rescate económico más importante de la historia
Para Milenio
Esteban Garaiz
14 de abril 2020
La más importante experiencia de
rescate económico en la historia del mundo (desde los tiempos de las vacas
flacas en Egipto hace 3500 años) ha sido el New Deal, encabezado por Franklin
D. Roosevelt en 1933, a partir de la Gran Depresión de 1929, durante la
presidencia de Herbert Hoover.
La gran oligarquía norteamericana
quiere que se olvide este negro episodio de la voracidad empresarial, porque
marca el éxito de la eficaz rectoría del Estado.
En 1932 Franklin Roosevelt fue
electo presidente de los Estados Unidos de América, en el peor momento de su
historia. (El único presidente en ese país, electo por 4 períodos: 1932, 1936,
1940 y 1944). En ese 1932, la acumulación de capitales y la pobreza y
desigualdad habían llegado a extremos tales que se hundió la economía nacional
por falta de compradores, por falta de mercado.
La Gran Depresión: 15 millones de
trabajadores en paro; los bancos en quiebra; manifestaciones masivas,
pacíficas, de los veteranos del Bonus Army, reprimidos por el gobierno. Todo eso
en el centro mundial del capitalismo.
Cuenta William Manchester en Gloria
y Ensueño (The Glory and the Dream): “Aquel año cerca de dos millones de
estadounidenses, aparceros expulsados de las tierras, propietarios agricultores
que no podían pagar las hipotecas y abandonaban sus campos… En resumen: la
capacidad de compra del consumidor no seguía el fuerte ritmo de la producción
de bienes”.
Apenas llegó Franklin Roosevelt a
la presidencia implantó según las facultades extraordinarias que le fueran
atribuidas, el New Deal. Generando empleo productivo desde el gobierno y
dinamizando el ingreso familiar.
Ordenó la emisión inmediata de
millones de dólares en papel moneda, utilizando la cobertura de los activos
bancarios. Hizo saber que publicaría la lista de todos los que habían retirado
oro. Al abrir los bancos, se formaron largas colas y poco después se habían
recuperado 300 millones, suficientes para la cobertura. El comercio salió de su
atonía.
Inició su Plan de Cien Días; se
legalizó la cerveza. Se creó el Cuerpo Civil de Conservación CCC, dando trabajo
a millones de jóvenes de barrios pobres con uniforme verdinegro; plantaron 200
millones de árboles; y más de 30 mil proyectos: construcción de diques y
represas, oficinas de Correos, puentes, cárceles, aeropuertos, alcantarillas,
piscinas públicas, pistas de atletismo, campos de deporte, centrales
eléctricas, estaciones ferroviarias, nuevas carreteras, hospitales, nuevos
ayuntamientos, edificios de tribunales, servicios sanitarios, escuelas, redes
de abastecimiento de aguas, control de crecidas, zoológicos, alamedas.
El costo conjunto “no llegaba a
los 20 mil millones, la cuarta parte del presupuesto anual del Pentágono” con
Nixon (Manchester pp... 167-168). Así se salvó Estados Unidos.
Otros tiempos, otras latitudes; sólo lecciones sin imitación extralógica.
Entrevista sobre la política energética actual, en México.
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